EL JAVANÉS
Método sencillo y rápido para el aprendizaje del “Javanés”,
y reglas prácticas para su correcta y eficaz aplicación, según el método tradicional.
Sucedió un lunes, 8 de Septiembre de 1523, cuando la nao Victoria fondeó frente al muelle de las Muelas de Sevilla, culminando la primera vuelta al mundo al mando de Juan Sebastián de el Cano. Del maltrecho y casi desmantelado navío que había realizado la más larga travesía hasta entonces conocida, desembarcaron 18 canijos tripulantes, supervivientes de los 365 que, con Magallanes, habían iniciado tan extraordinario viaje en Sanlúcar de Barrameda, el 20 de Septiembre de 1519, cuatro años antes; tres eran de Huelva: Francisco y Juan Rodriguez, y Antón Hernández Colmenero. Enfermos y exhaustos, tuvieron ánimo y fuerzas para dirigirse en procesión, descalzos, en camisa, a pie y con un cirio en la mano, a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y a la de Santa María la Antigua , «como le habíamos prometido hacer en los momentos de angustia» (A. Pigafetta.- “Primer viaje en torno del Globo”)
Dos meses antes, al recalar en Cabo Verde para abastecerse de víveres, agua, y realizar las reparaciones más urgentes, los portugueses apresaron a 12 tripulantes, entre ellos, al bollullero Ocacio Alonso y al huelvano Gómez Hernández. Eran los que quedaban de unas tripulaciones en las que se habían enrolado marineros procedentes de Huelva, Lepe, Ayamonte, Palos, Aracena, Moguer, Almonaster, Trigueros, Aroche, Cabezas Rubias y otras localidades.
Entre los 18 que desembarcaron se encontraba el Caballero de Rodas, Antonio (Lombardo) Pigafetta, cronista de la expedición, razón por la que ocupa un lugar destacado en el Panteón de la Historia por su constancia, y buena salud también, en narrar, día a día, los extraordinarios acontecimientos que le tocó vivir. Asesinado Magallanes por los nativos de Joló, y sustituyéndole en el mando Elcano, se continua la navegación por las Molucas, cargando las naves de especias (clavo, nuez moscada, canela y jengibre), hasta que bien repletas las bodegas, se decidió que la Victoria iniciara el viaje de retorno a España, pero ella sola, ante la imposibilidad de que la Trinidad , muy averiada, pudiera seguirla. Con anterioridad, la Santiago había sido arrojada a la costa por un espantoso temporal durante su misión de reconocimiento de la costa patagónica; más tarde, la San Antonio , al mando del portugués Esteban Gómez, desertó a la entrada del estrecho de Magallanes, regresando a España, y, por último, ya en las islas del Pacifico, fue quemada la Concepción , por evidentes razones estratégicas.
En la navegación de vuelta, sobre finales de Enero y principios de Febrero de 1522, la nao recaló en la isla de Java, Jaoa para los indígenas, para proveerse de agua y un copioso matalotaje en el que entraban cabras, cerdos, búfalos, arroz y plátanos, que se pagaron con telas, hachas y cuchillos; el cronista cuenta cosas maravillosas y fantásticas de la isla, pero ninguna como la forma que tienen sus pobladores de seducir y rendir a las mocitas javanesas.
Igualmente nos informaron de que los mozos de Java, cuando se enamoran de alguna bella joven, átanse con hilo ciertas campanillas entre miembro y prepucio; acuden bajo las ventanas de su enamorada, y haciendo acción de orinar y agitando el miembro, tintinean las tales campanillas hasta que las requeridas las oyen. Inmediatamente acuden al reclamo, y hacen su voluntad; siempre con las campanillas, porque a sus mujeres les causan gran placer escucharlas cómo les resuenan dentro de sí. Las campanillas van siempre cubiertas del todo, y cuanto más se las cubre, más suenan.
En verdad, es justo y necesario reconocer que, muchos años ha, y muchos siglos ha, unos pobres, casi desnudos e inocentes indígenas de las paradisiacas islas del Pacifico, ya nos daban tres vueltas, y algunas más, en esta ardiente asignatura, Amput, en lengua nativa, sin necesidad de tanta facundia de «corazones», de «sálvames», de «salsas», de «concursos», de «toreros», y de «famosos»; así que, tanto hablar de la libido, del punto G (los javaneses no sabían hacer la O con un canuto), del poliorgasmo, del «francés», del «griego» y de no sé cuantos idiomas más, aparte del método de mirar p’a Cuenca o practicar el sistema numeral, o consultar la tabla gimnástica del Kamasutra, ahora resulta que no teníamos ni idea del bueno, del mejor, del super, del guay, verbi gratia, del «Javanés»; todo lo demás que se diga, o que se invente, son chuminás. Lo dice el Eclesiastés: Nihil novum sub sole.
En realidad, si nos paramos a pensarlo, lo único que hasta ahora se ha conseguido con tanta fanfarria de educación sexual que de hace nada a esta parte nos invade y atosiga, lo quieras o no, es que las cigüeñas y los cigüeñatos se hayan quedado en el paro. A la memoria me vienen unas campanillitas que vendían en el ya desaparecido Bazar Mascarós, frente a la Concepción , al lado de la tienda de «Carnicero y Aragón» y haciendo esquina con la calle Botica (la botica de Ariza), hoy Mora Claros, ¿podría ser qué....?; podría ser.
Por cierto, los nativos y las nativas llamaban a estas campanillas colón-colón (Véase Pigafetta).
A. Casas.
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