miércoles, 13 de marzo de 2013

EL CLÉRIGO DIEGO DELGADO

A. Casas.

            Los hermanos Delgado, Martín y Gonzalo, envían cartas secretas a Doña Juana, entonces Gobernadora de los reinos de España por ausencia de su hermano Felipe que se encontraba en Flandes, comunicándole que en agosto de 1555, han descubierto minas en el término de Molinillos de la villa de Guadalcanal, que contienen gran cantidad de plata, algo de oro y otros minerales. La Gobernadora, una vez comprobada, con resultado satisfactorio, la veracidad de los informes recibidos, ordena la incautación y explotación del yacimiento argentífero.

Todas las minas de oro y plata halladas, así en lugares publicos como en particulares son de los Reyes de España por leyes del Estado y por Derecho Común, según opinión de doctores de mucha autoridad…Resulta que los Reyes de España, como verdaderos señores de las dichas minas, las  pueden mandar labrar y beneficiar o arrendar.
            (Informe de D. Francisco de Mendoza al Consejo de Hacienda).

   Seguidamente se nombra Administrador General a Don Francisco de Mendoza, de la alta nobleza castellana, miembro del Consejo de Hacienda y con amplia experiencia en el conocimiento de las minas de Nueva España y el Perú, uno de los hombres que más entienden de asuntos de minas.

   La alta rentabilidad en producción y calidad de la plata que se extrae, de cada quintal de plomo salía una arroba de plata, animó a Felipe II a ordenar que se exploraran las minas del Reino, especialmente las trabajadas en la antigüedad, casi todas abandonadas desde hacía siglos, encargando a Mendoza la organización de esta misión, el cual nombró para que le ayudaran al clérigo Diego Delgado, vecino de Madrid, de quien se dice entendía bien de metales, y al canónigo Pero de Aguilar, de Castro Nuño (Valladolid). Ambos se hospedaron en Zalamea la Vieja (se discute si se trata de Nerva o de Cerro Colorado) en unas casas situadas en un monte llamado Nuestra Señora de Río Tinto, desde donde emprendieron las oportunas exploraciones para ver, tentar, buscar y descubrir, ansí venas, como los metales que los antiguos labraban.
   De acuerdo con la Relación de las minas de Zalamea la Vieja, ó sean de Rio Tinto, fecha en la villa de Aracena el 15 de Agosto de 1556, Delgado informa de su labor declarando que la iniciaron visitando y recorriendo la Cueva del Salitre, de unos 75 m. de profundidad y 55 de anchura, indudablemente galerías excavadas en la antigüedad.   

Ansimesmo fuimos á ver otra cueva (Cueva del Lago), la cual estaba llena de agua, y salía debajo de ella un río que se dice Ríotinto; la causa por la que se llama ansí es porque nace por veneros de caparrosa, que también se llama “aceche”, que sirve para tinta; y ansí todas las orillas de este río están llenas de “aceche”, principalmente en el mes de agosto, y ansí por todos los lugares por donde pasa este río ó cercanos, son obligados cada concejo de enviar sus cuadrillas de mugeres, y mozas é mozos, en todo el mes de agosto a coger este “aceche”, de los cuales ellos están obligados; los concejos y otras personas no lo pueden coger en ningún tiempo, porque es suyo del Arzobispo, so pena de graves penas. En este río no se cría ningún género de pescado ni cosa viva, ni las gentes la beben. También descubrieron que el que beba de ella expulsa de su cuerpo cualquier cosa viva que tenga dentro de él (tal vez se refiera a la “tenia” o solitaria)  y asimismo asegura que tiene la propiedad de curar el mal de ojo.
  
   Buscando donde los antiguos tuvieron las afinaciones (purificación de metales) de sus fundiciones, en un cerro mandaron cavar hallando ciertos plomos por donde conocimos que los antiguos tenían y trataban en plomos, que su fin era aprovecharse en plata.
   Los informes de Delgado son totalmente optimistas, solicitando que se otorguen las licencias oportunas para su inmediata explotación por ser beneficiosas al servicio de Su Majestad y provecho de su Hacienda.

A más de veinte años que sirvo sin ser creído ni conocido en dar a sentir lo que hay en España de minerales, declarando a muchos las maneras y conocimientos que habían de tener para descubrir todo género de metales y venas, así en yerbas como en piedras y  disposiciones de tierras.

   Sin embargo, el Consejo de Hacienda, creado por Carlos I en 1523, recomienda a Mendoza prudencia, pues sabéis que lo de las minas es cosa variable, y que las pruebas examinadas no avalan la suficiente certeza de la riqueza de los veneros que se pregonan.
   Cansado de tantas ambigüedades, demoras y trabas, Delgado resuelve dirigirse directamente al rey el 10 de junio de 1557, insistiendo en sus demandas basadas en la existencia, por él comprobada, de venas muy grandes y gran cantidad de metal en una amplia zona que abarca los términos de Zalamea, Aracena, Galaroza y en “Molinero”, cerca de Aracena, descubrimientos de los que, afirma, tiene conocimiento sobrado el Consejo de Hacienda que se limita a asegurar, una y otra vez, que en su momento remitirán los despachos oportunos que convengan a Don Francisco de Mendoza,  pero que, hasta ahora, éste no ha recibido.

Suplico a V.M. para que yo pueda servir como tengo el deseo, se acuerde de mí el Consejo de Hacienda de V.M. Muchas veces viendo su tibieza y poco que le daban por el provecho y utilidad que a V.M y al reino en esto de venas, me cansaban a no declarar ni manifestar ninguna cosa…

   El clérigo minero falleció en agosto de ese mismo año. Felipe II escribe al Consejo, y de su propia letra apostilla: Éste ha muerto. Esto (el informe) se podrá enviar a Don Francisco para que lo vea, y avise si es así lo de estas minas como dice.
   Y efectivamente era tal como decía y así lo reconoció el Consejo después de tres años de consultas y debates cuyo resultado final se envía al rey para su firma, imprescindible y necesaria, que sanciona dictando la Real Pragmática de 10 de enero de 1559.

Sabida cosa es, y muy notoria, el gran beneficio y utilidad que assi a Nos y a nuestro real patrimonio, como a los nuestros súbditos y naturales y bien público destos reynos se siguiria y vendría del descubrimiento, labor y beneficio de los mineros de oro, plata, azogue y otros metales, de que estos nuestros reynos, según lo que de muy antiguo está entendido, son muy ricos y abundantes.

   Pero la esperanza razonada en la experiencia, el tesón y la verdad de una realidad finalizó arrastrada a su secular olvido y abandono. Rodrigo Caro, en el siglo XVII, visitó Río Tinto y contempló, “no sin horror”, el paisaje lunario de las minas, las cenizas que por muchas leguas no se pisa otra cosa, y levantados a par de los cerros, montones de escoria.
   Hay además una faceta poco conocida y estudiada del incansable buscador y descubridor de filones metalíferos: su curiosidad por los restos antiguos que encontraba y su interés por la procedencia de los mismos, investigación que en la actualidad es muy valorada en el campo de la historia y de la arqueología. Observando los restos de unos sillares pétreos que encontró en el Cerro de Salomón, evidentemente muy antiguos, buscó datos e información en la memoria de los lugareños.

Preguntando a muchas gentes antiguas y viejas que habían oído decir que España solía antiguamente dar a los romanos ciertos talentos de oro y plata en tributo, y de allí lo llevaban y no sabían más.

   El cinturón minero de Huelva estuvo paralizado hasta 1723 en que el sueco Lieber Wolters lo reabre alquilándolo por treinta años, y como es sabido, el Estado en 1873 las vende por 93 millones de pesetas a un consorcio inglés que fundaron la Río Tinto Company Limited, y, finalmente, en 1954, el Estado español volvió a recuperarlas nacionalizándolas.
   El Parque padeció avatares diversos pasando por distintas fases, Unión de Explosivos Río Tinto, Río Tinto Patiño, Río Tinto Minera, Minas de Rio Tinto S.A.L., hasta prácticamente su desaparición, que podemos datarlo en 2001, aunque el espíritu de Diego Delgado sigue flotando sobre el bíblico terruño.
  


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