BEATRIZ ENRIQUEZ DE ARANA
A. Casas
En documentos de la época aparece como Beatriz Henriquez de Harana, y en Córdoba se pronunciaba Jarana. Esta morenaza, de rompe y rasga, según las crónicas, y de unos veinte ardientes abriles, cayó en las redes de un apuesto y maduro aventurero, admirado y respetado en Córdoba, por tratarse de un caballero que contaba con la amistad y protección del duque de Medinaceli, del Contador Real don Alonso de Quintanilla, del confesor de la reina y prior de Prado, fray Hernando de Talavera, y del hombre más poderoso del reino, el cardenal González de Mendoza, pero, más importante todavía, es que era recibido en audiencia por los reyes, Doña Isabel y don Fernando que, además, le proveían de los medios necesarios para su subsistencia; algunas de estas partidas se conocen: 3000 maravedís el 3 de mayo; otros 3000 el 3 de Junio, y 4000 el 27 de Agosto, todas en 1487, fecha en la que se supone que conoció a Beatriz Henriquez.
Si la joven cordobesa se sintió, no sólo atraída por el hombre, sino por los sueños de una vida de lujo y honores en la Corte , a Colón le rindieron la juventud, la belleza y la carne. Los historiadores discuten sobre quién sedujo a quién, pero como dice el refrán, hay ciertas cosas que no tienen enmienda, y las consecuencias de estos ardores se tradujeron en el embarazo de la moza, dando a luz, el 15 de Agosto de 1588, a un niño al que se bautizó con el nombre de Hernando.
El escándalo afectó especialmente al entorno familiar: los Torquemada, los Torreblanca (parientes de Cervantes), los Harana, los Sánchez, los Tocino, etc, que exigían la reparación de la afrenta. A Colón se le acusaba de haber abusado de la confianza de una huérfana desamparada e inocente hasta hacerla caer en sus brazos. El futuro Almirante zanjó la situación empeñando, solemne y formalmente, su palabra de matrimonio, tal vez convencido de que la cumpliría; apaciguados los ánimos de los parientes, entre ellos, los de su primo Diego de Harana y de un tal Alonso Sánchez, a los que llevó en su primer viaje descubridor a bordo de la nao Santa María, el primero con el cargo de Alguacil Mayor, y el segundo como físico de la flota; ambos quedaron en la Española en el fuerte de La Navidad , y según Las Casas, Diego murió ahogado huyendo de los indios.
Si Colón estuvo o no realmente enamorado, es un secreto que se llevó a la tumba, aunque no es menos cierto que la tuvo permanentemente en su pensamiento, hasta el punto de jugarse su prestigio al quitarle a Rodrigo de Triana los 100.000 maravedís de premio que había para el primero que viese tierra, albricias que entregó a la que todavía, al parecer, era su amada. En el Memorial de 1502 manda a su hijo Diego, haya de ti diez mil maravedís cada año, allende de los otros que tiene en las carnecerías de Córdova. En el Codicilo de 1505 se lo vuelve a recordar, le mando que haya encomendada á Beatriz Enriquez, madre de Don Hernando, mi hijo, que la probea que pueda bebir honestamente como persona á quien yo soy en tanto cargo. Y esto se haga por mi descargo de la conciencia porque esto pesa mucho para mi alma, razón dello no es licito escribir aquí. Estas disposiciones fueron respetadas por don Diego, estableciendo en su testamento de 16 de mayo de 1509: Mando que a Beatriz Enriquez serán dados diez mil maravedís cada año, allende de los diez mil que le mandó dar el Almirante, mi padre, de manera que son por todo veinte mil maravedís en cada un año, mientras viviere. Estos desvelos por asegurar el bienestar de la cordobesa, ¿son frutos del remordimiento por el daño que sabe ha causado?
Qué Colón estaba dispuesto a cumplir su palabra de matrimonio lo demuestra el hecho de que, antes de embarcar en Palos, enviara a su hijo Diego a Córdoba a cargo de Beatriz, pero la cosa cambió a su vuelta triunfal y ser recibido por los reyes en Barcelona, desde donde ordenó que sus dos hijos, Diego Y Hernando, fueran enviados a la Corte a servir como pajes del príncipe don Juan. Colón era ya Don, Almirante de la Mar Océana y Visorrey de las Indias; ¿Podía un personaje de tan alta alcurnia casarse con una plebeya que, además, había sido su amante? ¿Fueron estas diferencias las que le redimen de la coyunda con Beatriz?
Es una cuestión que aún se debate: para unos, Colón es informado de ciertos devaneos de la cordobesa; para otros, el repudio del Almirante es la causa, tal vez por despecho, el que la arrastra a una conducta relajada, criterio que puede explicar los remordimientos y sentimientos de culpabilidad que hasta su muerte perturbaron al Almirante al sentirse responsable de la degradación de la andaluza; Don Hernando, su propio hijo, la ignoró totalmente, que Nuestro Señor la perdone, dice, e incluso renunció a la herencia materna en favor de su primo Diego de Harana. Es la historia de una pasión efímera y de unas conciencias atormentadas.
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