domingo, 10 de febrero de 2013

Barcos fantásticos

BARCOS FANTÁSTICOS

A. Casas

            El primero es el Arca de Noé que, según la Biblia, Dios, harto de la iniquidad de los hombres y de las mujeres, decidió aniquilarlos de la faz de la tierra menos a Noé y su familia, así que le dijo:

Hazte un arca de maderas labradas; harás tres cubiertas con departamentos y la embetunarás por dentro y por fuera. La harás de trescientos codos de eslora, de cincuenta de manga y treinta de puntal. Un portillo harás en el arca, la puerta pondrás en un costado…Y de todos los animales meterás dos en el arca, macho y hembra: de las aves, de las bestias y de los reptiles, según su especie.
  
   Noé, a pesar de su edad, seiscientos años más o menos, puso manos a la obra como si de un chaval de trescientos años se tratara, acabándola justito siete días antes de que empezara el Diluvio.
  
   Divina y fantástica era la barca de Ra, el dios Sol, que día tras día, durante doce horas, cruzaba el firmamento trasladando de Oriente a Occidente las almas de los muertos, de ahí las peregrinaciones desde hace miles de años al cabo Finisterre y al Hierón Akrotérium (cabo de San Vicente) para contemplar como en el lejano horizonte la barca se zambullía en la mar.
    Divina sí, y temida también, era la barca del viejo Caronte que trasladaba a los muertos al Hades, después de que estos pasaran las puertas del infierno sin que pudieran arrepentirse y dar la vuelta, pues allí estaba el terrible Cancerbero que lo impedía, y, además, al avaro Caronte había que pagarle el pasaje para cruzar la laguna Estigia, y si no llevaban dinero, los abandonaba errando eternamente en el reino de las sombras; es por eso, y esta costumbre perdura en algunos sitios, de enterrar los cadáveres con una moneda en la boca. Por cierto que una de las bocas del infierno estaba localizada donde hoy se levanta el monasterio de San Lorenzo de el Escorial.
   Famoso es el navío Argos, llamado así en honor del carpintero que lo construyó siguiendo las instrucciones de la diosa Atenea: ciñeron primero solidamente con un cable por dentro bien entrelazado, tensándolo de una y otra parte, para que el maderamen quedara convenientemente ajustado con las clavijas, mástil abatible, anclas de piedra…Puesto al mando de Jasón, se enroló a lo más selecto de los héroes griegos, como Orfeo, Mopso el Titaresio, conocedor del tiempo por el vuelo de las aves, Teseo, Tifis, que sabía navegar con el sol y las estrellas, Hércules, Nauplio, a quien nadie aventajaba en el arte de navegar, Castor y Pólux, hijos de Leda y de Zeus, Anceo, hijo de Licurgo, Ergino y Anceo, hijos de Poseidón, Zetes y Calais, hijos de Bóreas, y otros más; una vez aparejada la nave, emprendieron la conquista del vellocino de oro que, naturalmente, consiguieron.
   El Nagflar lo construyeron y reparaban los dioses nórdicos con las uñas de los muertos, razón por la que los lugareños de la costa se las cortaban a los recién fallecidos a fin de retrasar la llegada de la nave maldita a sus pueblos.
   El Manninggfual era de tan inmensas dimensiones que un día, tratando de cruzar el canal de la Mancha, quedó encajonado entre Calais y Dover.
   Tampoco era manco el Refanu, que al quedar varado  en el  Báltico, para reflotarlo el capitán ordenó arrojar al mar la basura y cenizas de sus bodegas, y era tal la cantidad que formaron islas.
   Y no debía ser muy pequeño el de Santa Ursula que embarcó en él a 11.000 vírgenes y se lanzaron a la mar con la idea de evangelizar a los germanos; la cosa no acabó como ellas pensaban, sino todo lo contrario.
   San Borondón (s. V d.C.), abad de la bahía de Clonfert (Irlanda) se lanzó a la mar, con dieciséis compañeros, para buscar la isla de los Bienaventurados; de vez en cuando todavía suele verse por las aguas de las islas Canarias.

   Pero ninguna fantasía marítima supera a la del buque fantasma, que empieza a propagarse allá por el siglo XVIII. La versión más divulgada es la del capitán holandés Van Stratten que profirió las más espantosas blasfemias el día del Viernes Santo, siendo por ello condenado, con su tripulación, a navegar perpetuamente hasta el día del Juicio Final, razón por la que Van Stratten empieza a ser conocido como “el holandés errante”. Cuando se divisaba, era siempre a la altura del cabo de Buena Esperanza voltejeando sin conseguir nunca doblarlo; se decía que su proximidad ocasionaba la muerte y el naufragio de los buques que al atisbarlo rápidamente cambiaban de rumbo. Se decía también que Dios le concedió la merced de que cada siete años recalara en algún puerto, y la promesa de levantarle el castigo si conseguía el amor de una mujer honesta y pura. Algunos aseguran que la última vez que lo vieron fue en un puerto francés y que incluso se entrevistó con Napoleón Bonaparte, y así parece que está recogido en documentos que guardaba su ministro, el tenebroso Fouché.
   Mas no todo son historias tétricas y fantasmagóricas, como la del pesquerito francés Sainte Maríe, que cuando las redes se embarcaban vacías, el capitán, acariciando sus maderas le preguntaba: ¿no quieres pescar más?, y una voz dulce y serena le contestaba,  estoy cansada; es hora de regresar a puerto, o, recoge las redes; se acerca un temporal.
   Y es que de todo hay en la viña, digo en la mar, del Señor.

           
           
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