domingo, 26 de mayo de 2013

EL MERIDIANO DE 180º

Alberto Casas.           

 

  Cuando la nao Victoria al mando de Juan Sebastián de Elcano, con sólo 18 tripulantes y casi completamente desarbolada, atracó en Sevilla el 8 de septiembre de 1522, daba fin a la primera vuelta al mundo, de Este a Oeste, una de las empresas náuticas más grandes de todos los tiempos, en la que los marinos de Huelva tuvieron una destacada y sacrificada participación. Unos meses antes, el 9 de julio del mismo año, la nave h ubo de realizar una arribada forzosa y necesaria a la isla de Santiago de Cabo Verde, quedando los casi cadavéricos supervivientes de la expedición sorprendidos y confusos al ser informados de que aquél día era el 10 y jueves, y no el 9 y miércoles como ellos creían, de acuerdo con las anotaciones que puntualmente habían llevado de las efemérides del periplo. Al respecto, Pedro Mártir de Anglería discutió el suceso con Gaspar Contarini, embajador de Venecia ante Carlos I, “Porque muchos llevaban sus Libros de Horas y sabían perfectamente lo que tocaba rezar cada día”.

   El piloto Francisco Albo, que empezó la navegación como piloto de la Trinidad, deja constancia en su Derrotero de tan extraña anomalía:

A los 9 del dicho mes (Julio) no tomé el sol y surgimos en el puerto de Río Grande, y nos recibieron muy bien y nos dieron mantenimiento y cuanto quisimos; y este día fue miércoles y tienen ellos por jueves; y así creo que nosotros íbamos errados en un día.

   Idéntica sorpresa manifiesta Pigafetta, el cronista del viaje, asombrado de hecho tan singular:

Para ver si nuestros Diarios habían sido llevados con exactitud, hicimos preguntar en tierra qué día de la semana era. Se nos respondió que era jueves, lo que nos sorprendió, porque según nuestros Diarios solo estábamos en miércoles, y a mí, porque habiendo estado bien de salud para llevar mi Diario, marcaba sin interrupción los días de la semana y el mes.

   La anécdota pronto se convirtió en tema del mayor interés y discusión, a la vez que de estudio por parte de cosmógrafos, astrólogos, pilotos, teólogos y filósofos, tanto de España como del resto de Europa, afanados en encontrar una explicación razonable y científica que resolviera una cuestión que se presagiaba podía ser crucial en el desarrollo de las expediciones marítimas, a pesar de que Albo se empeñaba en que se trataba de una infortunada equivocación: Se erraron un día por la cuenta, y así comieron carne en viernes y celebraron la Pascua en lunes.

   Se ha de tener en que en aquella época el meridiano 0º estaba representado en la isla de Hierro (Punta de Orchilla), la más occidental de las Canarias, que era donde lo había situado Claudio Ptolomeo (s. II d.C.) en su obra Almagesto, pero el enorme desarrollo de la navegación transoceánica, a raíz del descubrimiento de América, hizo que cada nación, por razones de prestigio, empezara a regirse por su propio circulo máximo, París, Londres, etc., y en España se utilizaban, indistinta y preferentemente los de Toledo y San Fernando. Esta disparidad de criterios que se reflejaban en los distintos resultados de cálculos comunes de situación, según la carta náutica del país que se utilizara, determinó la necesidad de establecer con carácter universal el trazado de un meridiano 0º, al objeto de unificar la medida del tiempo de acuerdo con las longitudes y husos horarios correspondientes a cada lugar (los 360º de la circunferencia de la tierra se dividen en 24 husos). A tal fin, los Estados Unidos convocaron una Conferencia Internacional que se celebró en Washington en 1884, recayendo la elección del primer meridiano el que pasa por Greenwich, un suburbio de Londres (En España pasa por Denia, en la provincia de Alicante). Con esta decisión, el meridiano opuesto de 180º, llamado meridiano de cambio de fecha, al sumarse un día al pasar del hemisferio occidental al oriental y retrasándose cuando es al contrario. Este es el artificio que utilizó Julio Verne en La vuelta al mundo en 80 días, haciendo que Phileas Fogg ganara la apuesta viajando hacia el este.

   La resolución del problema del cambio de fecha se la atribuyen varios países europeos, sin que España reclame su parte de gloria, ya que al poco tiempo de la llegada de la nao Victoria, la Junta de Cosmógrafos de la Casa de la Contratación de Sevilla había determinado las causas del fenómeno y las normas para su aplicación en las futuras navegaciones al Pacífico, como comprobamos en las anotaciones de Pigafetta:

Después supimos que no había error en nuestros cálculos, porque navegando hacia el oeste siguiendo el curso del sol y habiendo regresado al mismo puerto, debíamos ganar veinticuatro horas sobre los que permanecían en el mismo sitio.

   El padre Acosta (1540-1600) dejó científicamente zanjada la cuestión en su Historia Natural y Moral de las Indias, al analizar ciertas informaciones que le había proporcionado el P. Alonso Sánchez durante sus estancias en Filipinas y Macao, distantes unas 100 leguas,

y es cosa maravillosa que con haber tan poca distancia traen un día entero de diferencia en su cuenta, de suerte que en Macao es domingo al mismo tiempo que en Manila es sábado.

   El P. Acosta imagina un meridiano de 180º sobre el que establece el cambio de fecha, según se navegue del este al oeste, o viceversa, aunque su descubrimiento ha pasado sin pena ni gloria, pero sin duda merece ser conocido y, sobre todo, reconocido.

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