miércoles, 8 de mayo de 2013

BENITO DE SOTO (II). La Burla Negra


Alberto Casas.

            No son muchas las referencias sobre las andanzas de Benito de Soto en América. Con sólo dieciocho años, pero con larga experiencia marinera, no tiene dificultades para embarcarse, aunque prefiere hacerlo en navíos dedicados a negocios ilícitos, sobre todo, los dedicados a atacar buques negreros para robarles la encadenada carga humana hacinada en sus bodegas. Pronto se hizo famoso por sus dotes de mando que ejercía con su fría mirada o con la punta de su afilado cuchillo. El tráfico de esclavos había sido prohibido por los ingleses en 1807, y, sin embargo, la demanda era constante y las piezas se cotizaban a un altísimo precio en razón de los riesgos que entrañaba su comercio para satisfacer la demanda de mano de obra en cafetales y plantaciones de algodón y caña de azúcar; tráfico ilicito al que los gobiernos americanos hacían la vista gorda o, en su caso, justificaban aplicando penas muy suaves a los  implicados. Una de estas sanciones recayó en Benito que fue castigado a servir durante un año en la Marina Real brasileña.

   Cumplida la pena, en 1827 se embarca como segundo contramaestre en el bergantín Defensor de Pedro, propiedad de D. Pedro I de Brasil y IV de Portugal, al mando del viejo marino de guerra don Pedro Mariz de Souza y Sarmento. En aquella época Brasil, con una población de cuatro millones, la mitad era de esclavos. Zarpan de Rio de Janeiro el 22 de Noviembre de 1827 con Patente de Corso, encubriendo la verdadera finalidad del viaje que era dirigirse a la Costa de Oro para comprar 800 esclavos y venderlos en Brasil o Cuba. El Defensor de Pedro era un magnifico velero armado con tres cañones en cada banda, y uno en la proa, con una dotación de cuarenta hombres compuesta por brasileños, portugueses, españoles y franceses.
   Tras una navegación tranquila, el 3 de Enero de 1828 fondean en la bahía de Ohué (Ghana) encontrándose con que la región está azotada por una epidemia de  malaria (mal del aire) que retrasa las transacciones previstas, demora que Benito, con la complicidad de algunos marineros, decide el robo del bergantín con el objeto de buscar buques negreros y quedarse con la mercancía para venderla en los mercados americanos. La ocasión se presenta al encontrarse el capitán en tierra, lo que aprovechan para apoderarse del barco, echando en una barca a los que no aprueban el motín, aunque a punta de pistola algunos son obligados a permanecer a bordo, pues se necesitan para las maniobras de navegación, especialote para el braceo del velamen, completando una tripulación de veintidós hombres.
   El 25 de Enero, de noche y sigilosamente, levan anclas y se engolfan navegando fuera de la zona vigilada por los navíos ingleses, hasta situare al socaire de la isla Ascensión, cruce estratégico de las rutas mercantiles. Durante la espera, Benito resolvió, a su manera, una cuestión planteada por el tripulante ferrolano Miguel Ferreiro que le disputaba el mando; una noche, esperando que su adversario se quedara dormido, se acercó a su coy y le descerrajó un tiro en la cabeza, ordenando, seguidamente, arrojar el cadáver al agua; cualquier duda sobre su liderazgo quedaba completamente disipada.
  

Pocos días después, el 19 de febrero, aparecieron en el horizonte las velas de un indianman (buques que hacían la ruta de Extremo Oriente) y rápidamente pusieron proa hacia él; se trataba de la fragata inglesa de tres palos, la Morning Star, que ha de detenerse ante la resolución del buque pirata de hundirla a cañonazos. Benito ordena  que el capitán y otros oficiales pasen a su barco, mandando a la fragata a varios de sus hombres de su confianza para que la desvalijen, y una vez terminado el saqueo maten a todos sus tripulantes y pasajeros, y seguidamente la barrenen para que se hunda. Transbordaron al Defensor de Pedro todo lo que encontraron de valor, joyas, alhajas, piedras preciosas, vajillas, sedas y una enorme cantidad de dinero, sobre todo en monedas de oro, pero el expolio se embruteció con la violación repetida de las mujeres que viajaban en la fragata. Terminada la faena, encerraron en la bodega a los tripulantes y pasajeros, entre los que había niños y soldados licenciados, la mayoría lisiados y mutilados, y, tal como se había planeado, barrenaron el navío. Los rehenes que se encontraban en el barco pirata fueron asesinados, entre ellos el capitán del Morrning Star. El trágico suceso ha quedado reflejado en el cuadro de Clarkson  Standfield
   El Defensor de Pedro retorna a la isla Ascensión donde, para no ser identificados, pintan el barco de negro y lo bautizan con el nombre de Burla Negra, y con esta nueva apariencia y matricula salen a mar abierta al divisar otra presa, el Topaz, de pabellón norteamericano, al que se abarloan y asaltan pasando a cuchillo a todos sus tripulantes, e incendian al navío donde algunos marineros, aunque mal heridos, aún vivían. Hecho el recuento del botín, se dan cuenta de que se han convertido en unos hombres inmensamente ricos, por lo que acuerdan poner rumbo a España para vender parte del pillaje que llevan a bordo, hacer el reparto y dispersarse. Sin embargo, la suerte quiso que durante la navegación se encontraran con diversos buques que, asimismo, abordaron y saquearon: los ingleses Cassnock, Sumbury y New Prospect y el portugués Ermelinda. Llegados a España, ni en Pontevedra ni en La Coruña las cosas salieron como esperaban, por lo que el 26 de  Abril de 1828 ponen rumbo al Sur, no sin antes degollar a varios tripulantes que trataron de amotinarse. Después de varios días de navegación pusieron proa a un faro que creyeron era el de Tarifa embarrancando la nave; tras enterrar varios cofres con monedas de oro, se hospedan en un ventorrillo cercano, llamado Chato, donde se enteran de que han varado en la playa de Santa María, en Cádiz, a la altura de Puerta Tierra, a muy pocos metros del castillo y faro de Santa Catalina en La Caleta; error fatal que cambiaría el destino de los piratas hacia un trágico final.


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