sábado, 11 de mayo de 2013

BENITO DE SOTO (III) Y "AQUELLOS DUROS ANTIGUOS"

Alberto Casas.

 El error de Benito de Soto de confundir el faro de la Caleta de Cádiz con el de Tarifa no fue el único. Mientras fríamente asesinaba al capitán Thomas Gibbs y otros tripulantes del Morning Star, el comerciante Robert Smith se arrojó al agua y los piratas lo dieron por muerto; sin embargo, con un esfuerzo casi sobrehumano, llegó nadando hasta el Morning Star donde, al abandonarlo, los piratas habían dejado colgando, por el costado de babor, una escala de gato por la que subió hasta la cubierta liberando a los tripulantes y pasajeros encerrados en la bodega que, como pudieron, taponaron los barrenos hechos en el costado, y, aprovechando la oscuridad de la noche, se alejaron del Defensor de Pedro, o la Burla Negra, relevándose sin cesar en las bombas de achique. Otra equivocación era que el lugarteniente de Benito de Soto, el brasileño José dos Santos, desobedeciendo las ordenes de su jefe, no había matado a todos los que se hallaban a bordo pensando que se hundirían con el bergantín. El Morning Star tuvo la fortuna de ser auxiliado en alta mar por el buque británico Guilford que ayudó en la reparación de las averías, en la provisión de víveres y pertrechos, sobre todo velas, que propiciaron su arribada a Londres el 18 de abril de 1828, dando cuenta a las autoridades de las atrocidades y vejaciones sufridas.
  

Las primeras investigaciones sobre las causas del naufragio, Benito las solventó sobornando al escribano de la marina encargado del caso. Agradeciendo y pagando generosamente al dueño de la venta del Chato, se trasladaron a la ciudad en la que muy pronto se hicieron famosos por los escándalos, peleas y derroche de dinero en las calles, tabernas y burdeles, por lo que fueron detenidos, propiciando que de nuevo intervinieran las autoridades marítimas, pero en los  interrogatorios pertinentes los piratas cayeron en contradicciones flagrante que dieron lugar a sospechas fundadas de que algo oscuro y turbio había detrás de tan confuso naufragio. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Benito de Soto y Dos Santos huyeron a Gibraltar, pero ya las autoridades de la colonia estaban alertadas de que los forajidos podían ser tripulantes de la Burla Negra, deteniéndose a Benito el 6 de Julio de 1828, aunque el brasileño logró escapar en un buque que se dirigía a Génova, perdiéndose desde entonces su rastro. Ante los indicios, cada vez más evidentes, de que los detenidos eran los tan buscados piratas, tras un largo proceso, son condenados a muerte, una vez reconocidos por algunos supervivientes del bergantín inglés que se trasladaron a Cádiz y Gibraltar para su identificación y testificar en consecuencia.

   Benito de Soto negó que fuera el capitán de la Burla Negra, pero las marcas de la viruela confirmaron las  pruebas de su identidad. Entre el 11 y el 12 de enero de 1830 fueron ahorcados diez piratas en la fortaleza de Puerta Tierra en Cádiz, y Benito, convicto y confeso, fue ahorcado el 25 del mismo mes en la colonia británica.
   En 1904, Malospelos, un trabajador de la almadraba del armador de Ayamonte don José Zarandieta, cuando se disponía a enterrar en la playa los despojos de los atunes, empieza a encontrar monedas de oro; la noticia se expande rápidamente, ratificándose el rumor que persistía a pesar del tiempo transcurrido de que los piratas habían escondido un tesoro en algún lugar de la ciudad.
   Y a la playa se lanzó medio Cádiz, y, según algunos historiadores, se llegaron a encontrar más de 1.500 monedas de oro. Al año siguiente, 1905, un conocido carnavalero, Antonio Rodríguez, el tío de la Tiza, compuso un tanguillo titulado Los duros antiguos que estrenó el coro Los Anticuarios en el Carnaval de ese año; desde hace años se ha proclamado como el himno oficioso del Carnaval gaditano, y que dice así:
         
Aquellos duros antiguos                                                      
que tanto en Cádiz dieron que hablar,                               
que se tiraba la gente,                                                        
a la orillita del mar
y es la cosa más graciosa                                                    
que en mi vida he visto yo.                                               
Allí fue medio Cádiz                                              
con espiochas,                                                                    .
y la pobre de mi suegra                                                    
que de tan vieja                                                               
está medio chocha.                                                           
            Con las uñas y el pelo,                                         
la vi escarbar                                                                     
cinco días seguidos                                                          
sin descansar.                                                                  
Estaba la playa
igual que una feria,
¡Válgame San Telmo
lo que es la miseria!
Algunos cogieron
Más de ochenta duros,
Pero en cambio otros
No vieron ni uno.
Mi suegra, como ya dije,           
Estuvo allí una semana,
Escarbando por la noche,
de día y por la mañana.
Perdió las uñas y el pelo,
Aunque bien poco tenía,
Y en vez de coger los duros,
Lo que cogió fue una pulmonía,
Y en el patio de las malvas
Está escarbando
Desde aquel día.
           
      
         Había, hasta hace poco, la leyenda que contaba como el fantasma de Benito de Soto recorría las arenas de la playa gaditana escarbando por la noche, de día y por la mañana.        




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