Alberto Casas.
Según la
Cábala y el Talmud, es un ser fantástico animado que se
forjaba a partir de manipular materia amorfa (embrión lo llaman algunos),
tratando de descubrir y obtener el procedimiento y las técnicas de alfarería que
Dios utilizó en la creación del primer golem, Adán, a partir del barro al que le insufló vida, y además
lenguaje, facultad en la que, repetidamente, fracasaron los alquimistas y
rabinos, ya que los golems que salieron de sus manos todos eran mudos, o
como mucho emitiendo sonidos guturales, tal vez porque no eran seres puros o estaban
contaminados por el pecado.
En la mitología griega, el titán Prometeo fabricó
androides moldeándolos también con tierra y agua, materiales primarios, irreemplazables,
pero dotándolos de inteligencia, lenguaje y libre albedrío, cualidades que logró proporcionándoles
el Fuego Sagrado que había robado a los dioses en el Olimpo. Zeus, realmente encolerizado,
encadenó a Prometeo en una roca, dicen que de los montes del Cáucaso, al que
diariamente y durante el día acudía un águila que le devoraba las entrañas que
volvían a reproducirse por la noche, y vuelta a empezar el pajarraco la cruel
tortura. Es así como empezó la historia de la humanidad, que Zeus se propuso
destruir, ordenando al herrero Hefesto el Cojo,
el dios Vulcano de los romanos, construir un golem femenino, una mujer muy hermosa a la que llamó Pandora, que
envió a la Tierra
para que se mezclara con los hombres mortales que la acogieron seducidos por su
belleza y gentil comportamiento, enamorándose de ella Epimeteo que la solicitó
en matrimonio, a pesar de que su hermano Prometeo le había advertido de que no debía
aceptar ningún presente procedente del Olimpo. Pandora aportó como regalo de
bodas una caja que no debía abrir, sabiendo Zeus que su curiosidad, finalmente,
la impulsaría a conocer su contenido, como así fue, y apenas destapó la tapa del
cofre salieron de ella todos los males que desde entonces afligen a la
humanidad: enfermedades, miserias, crímenes, odios, tormentas, terremotos, etc.
Para muchos cabalistas, filósofos y sabios, la afinidad entre Pandora y la Eva bíblica es demasiado evidente.
La polémica creación y existencia de estos
seres singulares está recogida en el Sepher
Yesira’ (Libro de la
Creación ) de Yehuda ben Barzilay, donde se explica que
conforme avanza el tiempo, el fantástico personaje crece cada vez más en altura
y corpulencia, pero continúan sin hablar aunque entienden todo lo que se les
dice y obedecen todo lo que se les manda; carecen de sentimientos afectivos, ni
se enamoran ni le atraen las mujeres, aunque son temibles cuando, sin motivo
aparente, se enfurecen y destruyen lo que está a su alcance e incluso pueden
atacar a personas.
Forma parte de la tradición y la leyenda que
el primer golem lo construyeron Ben
Sira y su padre Jeremías, siguiendo fórmulas mágicas hebreas después de
estudiar concienzudamente el Yesira` durante
tres años y realizar múltiples pruebas, combinaciones y evocar sortilegios
secretos. En diversos midrrahs se dan patrones, recetas y conjuros para la creación del
extraordinario portento que fundamentalmente consisten, hay varias versiones,
en recoger en un recipiente cierta cantidad de tierra virgen y agua pura; el agua
se va vertiendo en una cucharilla, se prefiere de plata, sobre la que se va
echando tierra a la vez que se sopla y se pronuncia una consonante del alfabeto
hebreo con la cabeza inclinada hacia el suelo, y así sucesivamente, recitando
oraciones ordenadas y las posibles combinaciones de las 22 letras consonánticas
del alfabeto hebreo, y los 10 números, en grupos de dos en dos, de tres en
tres, etc.; en este caso son necesarias 231, llamadas puertas.
Formado el bruto (el Yesira’ habla de formar, de formación), se inscribe sobre su frente
la palabra EMET (Verdad), que es la palabra que Dios pronunció al crear a Adán,
y se borra el aleph quedando la
palabra MET (Muerte), cuando se le quiere desactivar o reducir en polvo. El
Talmud dice:
Doce horas tenía el
día; en la primera hora la tierra fue aglutinada; en la segunda se transformó
él (Adán) en un Golem, una masa informe todavía; en la tercera fueron estiraos
los miembros; en la cuarta se inspiró el alma; en la quinta se puso en pie…
Lo que permanece en secreto son las
cantidades exactas en peso y medida de agua y tierra a emplear, pues el mínimo
error deshace el hechizo e incluso corre un grave peligro la vida del
constructor. En otros midrahs la
animación se produce introduciéndole en la boca un pergamino con el shem semaforash, o el nombre perdido de
D-os, del que tan solo quedan cuatro letras impronunciables y misteriosas, el Tetragrámaton YHWH.
La historia o mito del golem alcanza fama, y es universalmente conocido, por el autómata que
hizo el maharal de Praga, el Rabí
Yehuda ben Betzabel Loew (1525-1609) para defender al barrio judío de la
ciudad, el gueto de Josefov, del progrom
que pretendía destruirlo y exterminar la comunidad israelita. El resultado de
su aparición y actitud violenta e intimidatoria fue inmediato, cesando las
persecuciones, pero según la tradición, cada 33 años el golem asoma su cabeza por una ventana a la que no se tiene acceso, como
aviso de que en cualquier momento está dispuesto para actuar.
En la Grecia clásica, Dédalo, el padre de la aviación, construyó el laberinto de Minos en Creta,
invento el hacha y la sierra y dio movimiento a los xoanas, estatuas informes. Cuenta Alonso Fernández de Madrigal el Tostado (1410-1455) que Arnaldo de
Vilanova (1242-1311) estaba fabricando un homúnculo
mezclando orina, sangre y semen humanos putrefactos, y aunque no lo consiguió, sus trabajos iban muy adelantados; pero
si parece que lo logró Theophrasto Paracelso (1493-141) basándose en los
trabajos de Vilanova. También se achaca a San Alberto Magno (1193-1206) la
fabricación de un autómata que hablaba y respondía a las preguntas que se le
hacían. Otro golem famoso es la
cabeza parlante construida por el Papa Silvestre II (945-1003), la cual
respondía con un escueto sí, o no, a tenor de las cuestiones que le planteaban.
El Asklepius habla de la construcción
de estatuas, con barro y agua, a las que se les insuflaba el espíritu convirtiéndolos
en seres vivientes, con capacidad de obrar benéfica o maléficamente.
Ahora hemos prescindido del barro, del agua
y del soplo (del aleph no se ha
podido), sustituyéndolos por elementos mecánicos, circuitos electrónicos, sensores,
software, microcontroladores, computadoras, tornillos, etc., fabricando seres
virtuales capaces de meterse en un quirófano y realizar una operación
quirúrgica. Y esta generación golemica
sólo está en el principio.
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