Alberto Casas
Tras la rotunda victoria alcanzada
por los ingleses el 14 de febrero de 1797 en la batalla del cabo de San
Vicente, el almirante sir John Jervis recibió la orden de bloquear Cádiz para
destruir la escuadra española fondeada en la bahía. Sin embargo, la destitución
de Córdoba y la restitución de Mazarredo en el mando, con todas las facultades
de decisión que estimara convenientes, aunque tardía, era una medida acertada
que evitó, probablemente, la destrucción total de nuestra Marina y la rendición
de la ciudad gaditana, conocida como La
tacita de plata.
Mazarredo impuso
nuevos métodos de organización, disciplina y adiestramiento, disposiciones que
pusieron en guardia a Jervis, especialmente por la eficacia de las lanchas
cañoneras españolas, a las que los gaditanos cantaban:
¿De qué sirven a los
ingleses
tener fragatas ligeras
si saben que Mazarredo
tiene lanchas
cañoneras?
Desesperado Jervis,
así como la tripulación bastante alborotada y al borde del motín, resolvió
compensar el fracaso de su misión enviando a Nelson, ciego del ojo derecho, con
tres navíos de línea de 74 cañones, el Theseus,
Culloden y Zealones; cuatro fragatas, Terpsichore
(32 cañones), Emerald (36), Seahorse (38) y Leander (50) y un cúter, el Fox,
una bombarda y una balandra a la conquista de Santa Cruz de Tenerife para posesionarse de los cargamentos y tesoros
que se hubieran desembarcado en Tenerife o se desembarcaran en adelane”.
El 21 de Julio de
1798, la flota inglesa recaló en la isla, pero sus velas fueron detectados por
los vigías que dieron la voz de alarma, circunstancia que no desanimó a Nelson
buen conocedor del terreno, mandando personalmente el desembarco de 1000
hombres que se encontraron con la sorpresa de que los puntos estratégicos de la
ciudad estaban perfectamente defendidos, por lo que tuvo que retirarse dejando
atrás numerosas bajas. Planeó entonces la toma de la ciudad, casi
desguarnecida, pero el gobernador de la plaza, el teniente general don Juan
Antonio Gutiérrez, había repartido los pocos efectivos de que disponía que, con
fusilería y cañones emplazados en los castillos y lugares altos, recibieron a
las fuerzas británicas de desembarco ocasionándoles grandes pérdidas en hombres y
barcas.
Nelson logró llegar
hasta el centro de la ciudad donde sus hombres fueron abatidos por el fuego de
los ciudadanos que incluso disparaban desde las azoteas, y él mismo fue herido
gravemente en el brazo derecho por una bala disparada por el cañón Tigre desde el Fuerte de San Cristóbal.
Los ingleses, aislados, sin municiones ni alimentos, solicitaron una
capitulación honrosa, lo que se llamaba una buena
guerra, que el gobernador aceptó con la condición de que no volverían a
atacar ninguna de las islas Canarias. Aceptada y firmada por ambas partes, don
Juan Antonio Gutiérrez ordenó que los heridos fueran atendidos,
proporcionándoles ropa, alimentos y agua, a la vez que facilitaba embarcaciones
para que pudieran reembarcarse y el ofrecimiento de facilitarles toda la ayuda
que necesitaran, especialmente hospitalaria
El balance de la
infortunada expedición se saldó con 44 muertos en combate, 177 ahogados, 123
heridos y 5 desaparecidos a los que se han de añadir 7 muertos entre jefes y
oficiales, además de la amputación del brazo derecho de Nelson. En su informe
el capitán Troubridge dice
No debo pasar en silencio que después de firmada y ratificada la
capitulación en debida forma, el Sr. Gobernador nos envió, del modo más
galante, pan, queso, vino, etc., para refrigerar mi gente, colmándonos con
muestras de atención y urbanidad.
Terminadas las hostilidades, prevalecieron las cualidades
humanas sobre cualquier otra contingencia: la caballerosidad y el respeto eran
las armas que en aquellos momentos correspondían ser utilizadas, como así queda
patente en la correspondencia que se cruza entre ambos adversarios. Nelson
envió al Gobernador la siguiente carta:
Navío el “Teseo”, frente a Santa Cruz de Tenerife, 26 de Julio de 1797. No
puedo separarme de esta isla sin dar a VE las más sinceras gracias por su fina atención
para conmigo, por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que
estuvieron en su poder o bajo su cuidado, y por su generosidad para con todos
los que fueron desembarcados, lo cual no dejaré de hacer presente a mi
Soberano, y espero poder, con el tiempo, asegurar a VE personalmente cuánto soy
de VE obediente y humilde servidor, Horacio Nelson.
Sr. D. Antonio Gutiérrez, Comandante General de las islas Canarias.
La respuesta del
Gobernador fue la siguiente:
Muy Sr. mío de mi mayor atención: Con sumo gusto he recibido la
apreciable de VS, efecto de sus sentimientos y buen modo de pensar, pues de mi
parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la
humanidad le dicta, y a esto se reduce lo que he hecho para con los heridos y
para con los demás que desembarcaron, a quienes debo considerar como hermanos
desde el instante que concluyó el combate. Si en el estado a que ha conducido a
VS la siempre incierta suerte de la guerra, pudiese yo, o cualquiera otra cosa
que esta isla produce, serle de alguna utilidad o alivio, esta sería para mí
una verdadera complacencia. Tendré mucha satisfacción tratar, cuando las
circunstancias lo permitan, a un sujeto de tan dignas y recomendables prendas
como VS, y entretanto ruego a Dios guarde su vida muchos años.- Santa Cruz de
Tenerife 26 de Julio de 1797. Besa la mano de VS su más atento servidor,
Antonio Gutiérrez.
Sr. Almirante D. Horacio Nelson.
Es difícil
encontrar palabras para definir la extraordinaria conducta de dos auténticos
caballeros; Nelson la regaló al gobernador 1 queso y 1 barril de cerveza,
correspondiéndole éste con dos botella de buen vino. Este comportamiento, en
todo caso, puede resumirse en la locución si
sic omnes, es decir, que si todos los hombres fueran así, como ellos, el
mundo sería mucho mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario