miércoles, 24 de abril de 2013

LA EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA


Alberto Casas.

            Durante siglos la viruela ha simbolizado una de las grandes calamidades de la humanidad, Ángel exterminador y Dama negra eran unos de los muchos nombres que le adjudicaban, y que, todavía en el siglo XVIII, causaba más de dos millones de muertos en Europa. Se trata de una infección aguda exantemática que se presenta con erupciones en la piel y en las mucosas que dejan cicatrices en la cara y en el cuerpo, y que puede ser letal, sobre todo para ancianos y embarazadas. Existía la creencia de que un remedio para combatirla consistía en recluir al enfermo en una habitación empapelada de rojo e iluminada con luces del mismo color, terapia antiquísima importada de China.

   El 14 de mayo de 1796 figura entre las efemérides más importantes de la Historia, al ser la fecha del descubrimiento de la vacuna antivariólica (cow pox) por el médico inglés Edward Jenner (1749-1823), que permitió la inmunización contra la terrible enfermedad y abrió las vías de su total erradicación. Pero esta plaga era desconocida en América, y en México apareció por primera vez durante la expedición de castigo contra Hernán Cortés que emprendió Pánfilo Narváez en 1520, el cual llevaba consigo un esclavo negro llamado Francisco Eguía, infectado del mal, aunque ya antes, en 1519, la epidemia devastó Santo Domingo. Para los conquistadores era un castigo divino contra los infieles, y al respecto López de Gómara apostilla: me parece que pagaron aquí las bubas que pegaron a los nuestros (Historia General de las Indias). Los mejicanos bautizaron la plaga con el nombre de Teozaguatl (grano divino).
   El mal se propagó por todo el continente americano con epidemias que se repetían  cada siete u ocho años, diezmando regiones enteras carentes de asistencia médica y mal alimentada. El descubrimiento del método profiláctico  se produjo al observar que los granjeros que tenían contacto con las vacas que padecían pústulas en las ubres (viruela vacuna), eran invulnerables a la viruela humana. Extrayendo el pus de los granos e inyectándolo a hombres y mujeres, se comprobó que no eran contaminados por la epidemia que en aquella época asolaba Inglaterra.

   Uno de los problemas era el de la conservación de la vacuna, especialmente, para su transporte a tierras lejanas, como era el caso de América desde Europa, cuestión que resolvió el genio de un médico español, Francisco Javier de Balmis y Berenguer (Alicante 1753- Cádiz 1819), contemporáneo de Jenner, que ideó el método de llevarla hasta las colonias españolas de ultramar donde la afección hacía estragos apocalípticos. Presentado su proyecto a Carlos IV, éste lo asumió como propio, encargando a Balmis la organización de una expedición destinada a la vacunación de las colonias más castigadas de ultramar, así como la formación especializada de personal sanitario que  continuara las atenciones que precisaran la pestilente enfermedad.    
    Balmis preparó concienzudamente el equipo que debía acompañarle en su misión, compuesto por:

            Director: Francisco Javier Balmis y Berenguer.
            Subdirecto: José Salvany y LLopart.
            Ayudantes: Manuel Julián Grajales, Antonio Gútierrez Robledo.
            Practicantes: Francisco Pastor Balmis, Rafael Lozano Pérez.  
            Enfermeros: Basilio Bolaños, Pedro ortega, Antonio Pastor.

   Para la travesía se contrató la corbeta tres palos, María Pita, de 200 toneladas, al mando del Teniente de fragata Pedro del Barco y España, de Somorrostro, que a su regreso fue ascendido a Teniente de navío. A bordo se embarcaron 22 niños, sacados del Colegio de Expósitos de La Coruña, supuestamente entre 8 y 10 años, aunque en la relación que figura en el Archivo General de la Nación Mejicana, sólo nombran 21:

Vicente Ferrer (7 años), Pascual Aniceto (3 años), Martín (3 años), Juan Francisco (9 años), Tomás Melitón (3 años), Juan Antonio (5 años), Nicolás de los Dolores (3 años), Antonio Veredia (7 años), Francisco Antonio (9 años), Clemente (6 años), Manuel María (3 años), José Manuel María (6 años), Domingo Naya (6 años), Andrés Naya (8 años), José (3 años), Vicente Sale (3 años), Cándido (7 años), Francisco Florencio (5 años), Gerónimo María (7 años), Jacinto (6 años), BenitoVelez, adoptado por Isabel Sendales y Gómez,
   

Isabel es uno de los personajes más importantes de la expedición, por su dedicación y colaboración, pero especialmente por su continua, esmerada y maternal atención a los niños, a los que, empleando la técnica de brazo a brazo de Jenner, se les iba inyectando la linfa variólica en sus brazos, y pasada una semana, se les extraía el liquido de la pústula inoculada para inyectársela a otros dos, y así, sucesivamente, hasta llegar a Puerto Rico, comenzando de inmediato la campaña. De allí partieron a Venezuela, en la que se separó parte de la expedición, que dirigida por el médico Salvany, emprendieron la labor profiláctica encomendada en Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, mientras que Balmis, desde Venezuela, navegó hasta Méjico recorriéndolo de punta a cabo, así como Guatemala, dejando a los niños en Veracruz para su retorno a España, reemplazándolos por otros. En Acapulco se embarco en el Magallanes rumbo a las Filipinas, a las que arribó tras una larga y penosa navegación. Reclamado por las autoridades chinas y portuguesas, hizo la travesía hasta Macao en el navío La Diligencia que fue totalmente desmantelado por un tifón que además ocasionó 20 victimas. Más tarde, en Cantón, realizó un meritísimo trabajo que era la primera vez que en China se recibía, y cuyos excepcionales resultados reconocieron y agradecieron.
    Dando por finalizada su humanitaria obra emprendieron, desde Cantón, el regreso a España  a bordo de Bom Jesús de Alem, cruzando el Indico y doblando el cabo de Buena Esperanza para adentrarse en el Atlántico, haciendo escala en la isla de Santa Elena en la que vacunaron a la guarnición inglesa allí estacionada. Finalmente, atracaron en Lisboa en Agosto de 1806, desde la que Balmis se trasladó a Madrid para informar a S. M.
   El heroico periplo sanitario causó una gran conmoción, admiración y gratitud en el mundo entero, y el propio Jenner escribió:

No me imagino que en los anales de la Historia haya un ejemplo filantrópico tan noble y tan extenso como éste.
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