martes, 28 de enero de 2014

EL JAVANÉS


Alberto Casas

Método sencillo y rápido para el aprendizaje del “Javanés”,
 y reglas prácticas para su correcta y eficaz aplicación, según el método tradicional.

            Sucedió un lunes, 8 de Septiembre de 1522, cuando la nao Victoria fondeó  frente al muelle de las Muelas de Sevilla, culminando la primera vuelta al mundo al mando de Juan Sebastián de Elcano. Del maltrecho y casi desmantelado navío que había realizado la más larga travesía hasta entonces conocida, desembarcaron 18 canijos tripulantes, supervivientes de los 365 que con Magallanes habían iniciado tan  extraordinario viaje en Sanlúcar de Barrameda, el 20 de Septiembre de 1519, tres años antes. Entre los argonautas que desembarcaron tres eran de Huelva: Francisco y Juan Rodriguez, y Antón Hernández Colmenero. Enfermos y exhaustos, tuvieron ánimo y fuerzas para dirigirse en procesión, descalzos, en camisa, a pie y con un cirio en la mano, a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y a la de Santa María la Antigua, como le habíamos prometido hacer en los momentos de angustia (A. Pigafetta.- “Primer viaje en torno del Globo”)

  Dos meses antes, al recalar en Cabo Verde para abastecerse de víveres y agua, y realizar las reparaciones más urgentes, los portugueses apresaron a 12 tripulantes, entre ellos, al bollullero Ocacio Alonso y al huelvano Gómez Hernández. Eran los que quedaban de unas tripulaciones en las que se habían enrolado marineros procedentes de Huelva, Lepe, Ayamonte, Palos, Aracena, Moguer, Almonaster, Trigueros, Aroche, Cabezas Rubias y otras localidades.
   Entre los 18 que pisaron tierra española se encontraba el Caballero de Rodas, Antonio (Lombardo) Pigafetta, cronista de la expedición, razón por la que ocupa un lugar destacado en el Panteón de la Historia por su constancia, y buena salud también, por la gracia de Dios, yo no sufrí ninguna enfermedad, en narrar, día a día, los extraordinarios acontecimientos que le tocó vivir. Asesinado Magallanes por los nativos de Joló, y sustituyéndole en el mando Elcano, se continua la navegación por las Molucas, cargando las naves de especias (clavo, nuez moscada, canela y jengibre), hasta que bien repletas las bodegas, se decidió que la Victoria iniciara el viaje de retorno a España, pero ella sola, ante la imposibilidad de que la Trinidad, muy averiada, pudiera seguirla. Con anterioridad, la Santiago había sido arrojada a la costa por un espantoso temporal durante su misión de  reconocimiento de la costa patagónica; más tarde, la San Antonio, al mando del portugués Esteban Gómez, desertó a la entrada del estrecho de Magallanes, regresando a España, y, por último, ya en las islas del Pacifico, fue quemada la Concepción, por evidentes razones estratégicas.

   En su Relación, el Patricio Vicentino deja constancia, hasta sus mínimos detalles, de todo lo que observa y llama la atención de su curiosidad: los acaecimientos de la navegación, las peculiaridades de las tierras que visitan, su flora, su fauna, las costumbres de los indígenas, su lenguaje, su vestimenta, su relaciones sociales y sexuales, etc., sorprendiéndonos la realización de prácticas en pueblos que vivían sin las teorías, lecciones y medios de todo género que nos invaden y agobian.
   Durante su complicada estancia en tierras brasileñas no cuenta el siguiente suceso, extraño y que muchos historiadores dudan de su credibilidad:

Una hermosa joven subió una noche a la nao capitana, donde me encontraba yo, no con otro propósito que el de aprovechar alguna nadería de desecho. Andando en lo cu al, le echó el ojo, en la cámara del suboficial, abierta, a un clavo, largo más que un dedo; y apoderándose de él con gran gentileza y galantería, hundiólo por entero, de punta a cabo, entre los labios de su natura…viéndolo todo perfectamente el capitán general y yo.

   En la isla de Mactán, donde Magallanes perdió la vida  a manos de los nativos el 27 de abril de 1521, Pigafetta narrando los hábitos sociales de los indígenas, nos deja la siguiente narración:

Estos pueblos andan desnudos, cubriéndose solamente las vergüenzas con un tejido de palmas que atan a la cintura. Grandes y pequeños se han hecho traspasar el pene cerca de la cabeza y de lado a lado, con una barrita de oro o bien de estaño, del espesor de las plumas de oca y en cada remate de esa barra tienen unos como una estrella, con pinchos en la parte de arriba; otros, como una cabeza de clavo de carro. En mitad del artefacto hay un agujero, por el cual orinan, pues aquél y sus estrellas no tienen el menor movimiento. Afirman ellos que sus mujeres lo desean así y que de lo contrario nada les permitirían. Cuando desean usar de tales mujeres, ellos mismos pinzan su pene, retorciéndolo, de forma que, muy cuidadosamente, puedan meter antes la estrella, ahora encima y después la otra. Cuando está todo dentro, recupera su posición normal y así no se sale hasta que se reblandece, porque de inflamado no hay quien lo extraiga ya.

   Grima y algunas cosas más se sienten al leer estos terribles párrafos, aunque si ellas lo quieren así, pues eso…
   Navegando de vuelta a España, sobre finales de Enero y principios de Febrero de 1522, la nao recaló en la isla de Java, Jaoa para los indígenas, para proveerse de agua y un copioso matalotaje en el que entraban cabras, cerdos, búfalos, arroz y plátanos, que se pagaron con telas, hachas y cuchillos; el cronista cuenta cosas maravillosas y fantásticas de la isla, pero ninguna como la forma que tienen sus pobladores de seducir y rendir a las mocitas javanesas.

Igualmente nos informaron de que los mozos de Java, cuando se enamoran de alguna bella joven, átanse con hilo ciertas campanillas entre miembro y prepucio; acuden bajo las ventanas de su enamorada, y haciendo acción de orinar y agitando el miembro, tintinean las tales campanillas hasta que las requeridas las oyen. Inmediatamente acuden al reclamo, y hacen su voluntad; siempre con las campanillas, porque a sus mujeres les causan gran placer escucharlas cómo les resuenan dentro de sí. Las campanillas van siempre cubiertas del todo, y cuanto más se las cubre, más suenan.

  En verdad, es justo y necesario reconocer que, muchos años ha, y muchos siglos ha, unos pobres casi desnudos e inocentes indígenas de las paradisíacas islas del Pacifico, ya nos daban tres vueltas y algunas más en esta ardiente asignatura referente a la cohabitación,  Amput en lengua nativa, sin necesidad de tanta facundia y charlatanería de la libido, del punto G (los javaneses no sabían hacer la O con un canuto), del poliorgasmo, del francés, del griego y de no sé cuantos idiomas más, aparte del método de mirar p’a Cuenca o practicar el sistema numeral, o consultar la tabla gimnástica del Kamasutra, ahora resulta que no teníamos ni idea del bueno, del mejor, del Javanés; a su lado, todo lo demás que se diga, que se vea, que se escuche, que se lea o que se haga, no admite comparación.
   En realidad, si nos paramos a pensarlo, lo único que hasta ahora se ha conseguido con tanta fanfarria de educación sexual que de hace nada a esta parte nos invade y atosiga, lo quieras o no, es que las cigüeñas y los cigüeñatos se hayan quedado en el paro.
Por cierto, los nativos y las nativas llamaban a estas campanillas colón-colón (Véase Pigafetta).




miércoles, 15 de enero de 2014

LA NAO VICTORIA



Alberto Casas.

             De las cinco naves que zarparon de Sevilla el lunes por la mañana 10 de agosto del año 1519 (Pigafetta), sólo la nao Victoria, al mando de Juan Sebastián de Elcano, regresó al puerto de partida tres años más tarde, dando la primera vuelta al mundo. Existen discrepancias en cuanto al número de hombres que componían la tripulación, pues mientras Carlos i estableció un límite de 235, Pigafetta es cribe que zarparon con una dotación de 237, auque la mayoría de los historiadores la cifran entre 265 y 270, entendiendo que el cronista de la expedición pasa por alto a los funcionarios, como escribanos, alguaciles, clérigos y otros. Fueren los que fueren, alrededor de 60 procedían de Huelva y sus pueblos: Huelva, Palos de la Frontera, Trigueros, Beas, Ayamonte, Lepe, Moguer, Aroche, Almonaster, Aracena, Bollullos… La circunvalación, navegando al oeste, hizo el siguiente recorrido:

   Sevilla,  Sanlúcar de Barrameda, islas de Cabo Verde, travesía del Atlántico hasta el Brasil que costean internándose en la bahía de Santa Lucía (Río de Janeiro); navegan al sur explorando el Río de la Plata descubierto por Díaz de Solís, siguen hasta San Julián donde pasan el invierno, descubrimiento del estrecho el 21 de Octubre, cuyos 592 kilómetros tardaron algo más de un mes en atravesar, abriéndose ante ellos un inmenso mar que bautizan con el nombre de Pacifico que tardaron más de tres meses en cruzar, agotándose las provisiones y cebándose en la tripulación el escorbuto que se cobró 19 víctimas; por fin tocan, sucesivamente, en las islas Marianas, de San Lázaro (Filipinas), Mindanao, Borneo, Timor, internándose en el Indico que navegan eludiendo las rutas portuguesas hasta el cabo de Buena Esperanza, entonces justamente llamado de las Tormentas, el más grande y peligroso cabo conocido de la tierra, escribe Pigafetta en su Relación del viaje, que doblan tras vencer tempestades una detrás de otra, vientos huracanados, mar arbolada, la rotura del mástil y verga del trinquete y la pérdida de 22 hombres, entre ellos Diego García de Trigueros, casado con Inés González de Gibraleón.
   Navegando el Atlántico, rumbo al norte, arriban a la isla de Cabo Verde, de la que han de escapar dejando doce tripulantes apresados por los portugueses, entre los que estaban Acacio Alonso, de Bollullos y Gómez Hernández, de Huelva, para, finalmente, completar el periplo en Sanlúcar de Barrameda el 8 de septiembre de 1522 con 18 hombres, de los que resaltamos Antón Hernández Colmenero, vecino de Huelva, marido de Catalina Gómez, Juan Rodríguez de Huelva, casado con Marina García, y Francisco Rodríguez, marido de Catalina Díaz.   
 
   Carlos I reconoció y honró la gesta del marino de Guetaria poniendo la bola del mundo en la cimera de su escudo con la leyenda: Primus circumdedisti me.
                                                             
    La Victoria, botada en Zarauz en 1515, era una nave de 85 toneles vizcaínos de porte, alrededor de 100 toneladas sevillanas, porque diez toneles de Vizcaya son doce toneladas de las nuestras; y así va a decir de lo uno a lo otro veinte por ciento (Itinerario.- Escalante de Mendoza); de 22 metros de quilla y 8 de manga. Carenado y amarinado en Sevilla, se puso bajo el mando de Luís de Mendoza, Capitán y Tesorero de la Armada, con una dotación de 44 hombres en la que figuran Gonzalo Rodríguez (herrero), de Huelva, el “sobresaliente” Bartolomé de Saldaña, de Palos de la Frontera, que desertó en la isla de Timor, y el grumete Martín, de Ayamonte. En su gambuza se embarcaron 80 pipas de vino, 100 arrobas de aceite, 40 arrobas de vinagre de Moguer, 41 arrobas de tocino, 50 ristras de ajo, 144 quesos, 7 botijas de miel y diversas partidas de pescado y bastina secos, habas, garbanzos, lentejas, harina, almendras, sardinas (cebo para pescar), pasas, ciruelas, higos de Lepe, azúcar, carne de membrillo, mostaza, arroz y bizcocho, además de una vaca.
   Casi todos los documentos definen a las 5 embarcaciones de la flota de Magallanes como naos, pero es permisible dudar de esta calificación, por lo menos en cuanto se refiere a la Victoria, que claramente se comporta como una carabela redonda en las arrumbadas de ceñida, en las complicadas maniobras en los estrechos y en las continuas bordadas que ha de realizar entre la maraña de las islas del Maluco (Gilolo, Tidore, Obi, Ternate, Burú, Ceram y el arpiélago de Banda) y en el cabo de Buena Esperanza. Ha de tenerse en cuenta que en aquella época el término nao se aplicaba a los navíos de cierto porte que, especialmente, en aquellos tiempos estaban sometidos a una auténtica revolución en el diseño naval, obligados a la búsqueda de un buque cuyo escantillón reuniera las medidas que exigía la nueva navegación trasatlántica: velocidad, seguridad y gran capacidad de carga, lo que suponía la construcción de grandes naves, incluso de más de mil toneladas.
   Para cumplir estos requisitos se aumenta la superficie vélica, se sube la obra muerta para la colocación de las piezas artilleras, aumentando la altura metacéntrica para corregir los ángulos de escora que puedan producirse por la acción del viento y de la mar, colocando el palo mayor en la vertical, aproximadamente, del centro de carena; se arma cuadrado el espejo del alcázar de popa adoptando la forma de violín del casco, modificando el combés reduciendo el arrufo de la cubierta. Las características de la Victoria, más que coincidir con las de una nao se aproximan al tipo de navío precedente del galeón, que algunos llaman carabela de armada.

    La paradoja de esta expedición consiste en que las mercancías que la nao descargó en Sevilla, 528 quintales de clavo, además de ciertas cantidades de canela, nuez y otras especias, produjeron unos beneficios que superaron con creces los gastos que ocasionaron la expedición: 8.334,335 maravedíes, de los que 1.316, 250 corresponden a la adquisición y aparejamiento de los cinco navíos: San Antonio (120 toneles, 330.000 mrs.). Trinidad (110 toneles, 270.000 mrs.). Concepción (90 toneles, 228,750 mrs.). Victoria (85 toneles, 300.000 mrs.) y Santiago (75 toneles, 187,500 mrs).
    La nao Victoria fue reparada y realizó varios viajes a las Indias hasta desaparecer en las aguas del Océano.

   López de Gómara en su Historia General de la Indias, escribe: La nave Argos de Jasón, que pusieron las estrellas, navegó muy poquito en comparación de la nao Victoria, la cual se debiera guardar en las Atarazanas de Sevilla.

miércoles, 1 de enero de 2014

LA POROROCA



Alberto Casas

     

Corresponde a Vicente Yáñez Pinzón (1462-1514) la gloria de mandar la carabela Niña en el descubrimiento de América, pero también de ser, no sólo el primero que descubrió la costa mejicana, con las carabelas Magdalena y San Benito en la expedición que realizó en 1508 con Diego Díaz de Solís, sino, asimismo, el primero que cruzó la línea equinoccial alcanzando, aproximadamente, los 8 grados de latitud Sur y descubrir, sobre los días 20 y 26 de Enero de 1500, las tierras vírgenes del Brasil, de las cuales tomó posesión cortando ramas y árboles, y paseándose por ellas y haciendo semejantes actos profesionales y jurídicos. Las naves expedicionarias, cuatro carabelas pequeñas, que zarparon del muelle de las Muelas de Sevilla entre noviembre y diciembre de 1499, iban tripuladas mayoritariamente por sus parientes y vecinos de Palos, Moguer, Punta Umbría, Lepe etc., algunos curtidos en la travesía oceánica, como su hermano Francisco Martín Alonso Pinzón, su tío Diego Martín Pinzón el Viejo, sus primos Juan, Francisco y Bartolomé (hijos de Diego), el físico Garci Fernández que desde el primer momento había apoyado a Cristóbal Colón durante su estancia en Palos de la Frontera, a los pilotos Juan de Jerez, Juan Quintero Príncipe, Juan de Umbría (Punta Umbría) primo segundo de los Pinzones, Alonso Núñez y Juan de Jerez, los marineros García Alonso, Diego de Alfaro, Rodrigo Álvarez, Diego Prieto, Antón Hernández Colmenero, que años más tarde, en 1519, se embarcó en la expedición de Magallanes que culminó El Cano dando la primera vuelta al mundo, siendo de los pocos supervivientes que en la nao Victoria desembarcó en Sevilla el año 1522; Juan Calvo, Juan de Palencia, Manuel Valdovinos, Pedro Ramírez, Juan de Lepe, Pedro Medel, el despensero García Hernández, Cristóbal de Vega y otros, como Arias Pérez y Diego Fernández Colmenero, hijo y yerno respectivamente de Martín Alonso Pinzón.
  Por entonces la navegación astronómica, por debajo de la línea ecuatorial, ofrecía serias dificultades ante el hecho de que al ocultarse la estrella Polar en el hemisferio y desconocerse las características de la Cruz del Sur, la situación sólo podía obtenerse por la meridiana del Sol y el correspondiente cálculo de las declinaciones.
   Datos rigurosamente históricos avalan la primacía del piloto Palermo en las costas brasileñas, como el avistamiento del promontorio al que se bautizó como Santa María de la Consolación, probablemente los actuales cabos San Agustín o el San Roque, desde el que ordenó virar en redondo arrumbando al norte encontrando, próximo a la línea equinoccial, una corriente de agua dulce y fangosa que penetraba muchas millas en el mar, decidiendo seguir su estela gobernando hacia tierra hasta abocar en la desembocadura de un gran y caudaloso río que los indios llamaban Tungurahua y que él bautizó con el nombre de Santa María del Mar Dulce, después Amazonas que le puso el extremeño Francisco de Orellana en 1541.
   Con motivo de los pleitos colombinos promovidos por el hijo del Almirante, D. Diego Colón, Vicente Yáñez compareció ante el fiscal del rey el 31 de Marzo de 1513, declarando que: ….descubrió toda la costa, é luego corriendo al occidente la cuarta al nurueste, que así recorre la tierra, é que descubrió é halló la mar dulce, é que sale 40 leguas en la mar el agua dulce… Explorando su inmenso estuario (Boca del Río Grande), la flota fue sorprendida por una gigantesca ola que con gran ruido, velocidad y violencia la arrastraba río adentro, poniendo a las naves en peligro de zozobrar que, finalmente, pudo ser evitado gracias a la pericia y esfuerzos de la marinería.
   En las probanzas de los pleitos citados, el 25 de septiembre de 1515, Antón Hernández Colmenero manifestó que: ….entraron en un río en que hallaron agua dulce, que entra el agua dulce en la mar 30 leguas, é estando surtos los navíos, alzábase de golpe la mar é el ruido que traía les alzó cuatro brazas el navío…. Este fenómeno, conocido como macareo y por los indios Pororoca que en su legua significa gran estruendo, constituye una de las pruebas más evidentes del descubrimiento del Amazonas y consecuentemente del Brasil por Vicente Yánez, aunque los portugueses proclaman a Pedro Álvarez del Cabral o a una expedición secreta de Duarte Pacheco como los descubridores de  esas tierras, cuando antes que Cabral y poco después de Vicente Yáñez, su primo Diego de Lepe, acompañado de su hermano Juan Rodríguez de Mafra, también recalaba en la costa brasileña, descubriendo en su retorno el río Orinoco.
  La Pororoca, llamada en francés Mascaret y en inglés Bore, tiene su causa en las mareas que periódicamente se verifican en el nivel del mar. Estas oscilaciones, al alterar el equilibrio de una masa de agua, producen ondulaciones que se propagan por encima o por debajo del nivel medio del mar. De esta anomalía se deriva que en los ríos la marea sube con más rapidez que baja, siendo el periodo de tiempo menor entre la bajamar y la pleamar que entre ésta y la bajamar, motivo por el que en algunos la ola se convierte en un muro de agua cuya velocidad y altura dependen de la configuración del estuario, de su profundidad y de las irregularidades de su lecho. De estas olas de mareas destacan, entre otros, el macareo del Tsien-Tang-Kiang en China, el mayor del mundo y con olas de hasta 9 metros, el del Brhamaputra en Bangladesh, y la Pororoca del Amazonas, que llegan a alcanzar los 7 metros de altura, penetrando 100 km. o más río arriba. De menor importancia se producen en el Hugli de la India, en el Petitkodiac (bahía de Fundy) en el Canadá, en el Sena en Francia,  que ya no se produce por la canalización del puerto de Le Havre, siendo tristemente famoso porque una de sus olas produjo la muerte de una hija de Victor Hugo.

  La Pororoca es, pues, prueba concluyente de la expedición palerma, injustamente casi ignorada. Económicamente fue un desastre: vinieron muy gastados e pobres. De las cuatro naves que zarparon de Palos, sólo regresaron dos en los últimos días de septiembre de 1500, transportando en sus bodegas unos 350 quintales de palo brasil, a pesar de su prohibición en las Capitulaciones de 1499, unos topacios, algunas especias y cerca de 40 indígenas apresados para venderlos como esclavos, pero Mártir D’Anglería  cuenta que ocho hombres perecieron en enfrentamientos con los nativos. Los Reyes Católicos, para compensar las pérdidas, promulgaron una Real Ejecutoria, el 21 de junio de 1501, para librar el dinero que Vicente Yánez había adelantado y otorgándole permiso a él y a sus sobrinos, acatando los buenos é leales servicios que nos habedes fecho é esperamos que nos fareis de aquí adelante, extraigan de las costas de Andalucía 400 cahíces de trigo y lo vendan donde les conviniera.
   En la Real Provisión dictada por el emperador Carlos I en Barcelona en 1519, otorgando escudo de armas a la familia Pinzón y sus descendientes, se declara: …diz que descubrieron seis cientas leguas de Tierra Firme, é hallaron el gran río y el Brasil…
   Se trata, en definitiva, de reivindicar un acontecimiento cuya trascendencia histórica, social y económica lo demandan.