miércoles, 15 de enero de 2014

LA NAO VICTORIA



Alberto Casas.

             De las cinco naves que zarparon de Sevilla el lunes por la mañana 10 de agosto del año 1519 (Pigafetta), sólo la nao Victoria, al mando de Juan Sebastián de Elcano, regresó al puerto de partida tres años más tarde, dando la primera vuelta al mundo. Existen discrepancias en cuanto al número de hombres que componían la tripulación, pues mientras Carlos i estableció un límite de 235, Pigafetta es cribe que zarparon con una dotación de 237, auque la mayoría de los historiadores la cifran entre 265 y 270, entendiendo que el cronista de la expedición pasa por alto a los funcionarios, como escribanos, alguaciles, clérigos y otros. Fueren los que fueren, alrededor de 60 procedían de Huelva y sus pueblos: Huelva, Palos de la Frontera, Trigueros, Beas, Ayamonte, Lepe, Moguer, Aroche, Almonaster, Aracena, Bollullos… La circunvalación, navegando al oeste, hizo el siguiente recorrido:

   Sevilla,  Sanlúcar de Barrameda, islas de Cabo Verde, travesía del Atlántico hasta el Brasil que costean internándose en la bahía de Santa Lucía (Río de Janeiro); navegan al sur explorando el Río de la Plata descubierto por Díaz de Solís, siguen hasta San Julián donde pasan el invierno, descubrimiento del estrecho el 21 de Octubre, cuyos 592 kilómetros tardaron algo más de un mes en atravesar, abriéndose ante ellos un inmenso mar que bautizan con el nombre de Pacifico que tardaron más de tres meses en cruzar, agotándose las provisiones y cebándose en la tripulación el escorbuto que se cobró 19 víctimas; por fin tocan, sucesivamente, en las islas Marianas, de San Lázaro (Filipinas), Mindanao, Borneo, Timor, internándose en el Indico que navegan eludiendo las rutas portuguesas hasta el cabo de Buena Esperanza, entonces justamente llamado de las Tormentas, el más grande y peligroso cabo conocido de la tierra, escribe Pigafetta en su Relación del viaje, que doblan tras vencer tempestades una detrás de otra, vientos huracanados, mar arbolada, la rotura del mástil y verga del trinquete y la pérdida de 22 hombres, entre ellos Diego García de Trigueros, casado con Inés González de Gibraleón.
   Navegando el Atlántico, rumbo al norte, arriban a la isla de Cabo Verde, de la que han de escapar dejando doce tripulantes apresados por los portugueses, entre los que estaban Acacio Alonso, de Bollullos y Gómez Hernández, de Huelva, para, finalmente, completar el periplo en Sanlúcar de Barrameda el 8 de septiembre de 1522 con 18 hombres, de los que resaltamos Antón Hernández Colmenero, vecino de Huelva, marido de Catalina Gómez, Juan Rodríguez de Huelva, casado con Marina García, y Francisco Rodríguez, marido de Catalina Díaz.   
 
   Carlos I reconoció y honró la gesta del marino de Guetaria poniendo la bola del mundo en la cimera de su escudo con la leyenda: Primus circumdedisti me.
                                                             
    La Victoria, botada en Zarauz en 1515, era una nave de 85 toneles vizcaínos de porte, alrededor de 100 toneladas sevillanas, porque diez toneles de Vizcaya son doce toneladas de las nuestras; y así va a decir de lo uno a lo otro veinte por ciento (Itinerario.- Escalante de Mendoza); de 22 metros de quilla y 8 de manga. Carenado y amarinado en Sevilla, se puso bajo el mando de Luís de Mendoza, Capitán y Tesorero de la Armada, con una dotación de 44 hombres en la que figuran Gonzalo Rodríguez (herrero), de Huelva, el “sobresaliente” Bartolomé de Saldaña, de Palos de la Frontera, que desertó en la isla de Timor, y el grumete Martín, de Ayamonte. En su gambuza se embarcaron 80 pipas de vino, 100 arrobas de aceite, 40 arrobas de vinagre de Moguer, 41 arrobas de tocino, 50 ristras de ajo, 144 quesos, 7 botijas de miel y diversas partidas de pescado y bastina secos, habas, garbanzos, lentejas, harina, almendras, sardinas (cebo para pescar), pasas, ciruelas, higos de Lepe, azúcar, carne de membrillo, mostaza, arroz y bizcocho, además de una vaca.
   Casi todos los documentos definen a las 5 embarcaciones de la flota de Magallanes como naos, pero es permisible dudar de esta calificación, por lo menos en cuanto se refiere a la Victoria, que claramente se comporta como una carabela redonda en las arrumbadas de ceñida, en las complicadas maniobras en los estrechos y en las continuas bordadas que ha de realizar entre la maraña de las islas del Maluco (Gilolo, Tidore, Obi, Ternate, Burú, Ceram y el arpiélago de Banda) y en el cabo de Buena Esperanza. Ha de tenerse en cuenta que en aquella época el término nao se aplicaba a los navíos de cierto porte que, especialmente, en aquellos tiempos estaban sometidos a una auténtica revolución en el diseño naval, obligados a la búsqueda de un buque cuyo escantillón reuniera las medidas que exigía la nueva navegación trasatlántica: velocidad, seguridad y gran capacidad de carga, lo que suponía la construcción de grandes naves, incluso de más de mil toneladas.
   Para cumplir estos requisitos se aumenta la superficie vélica, se sube la obra muerta para la colocación de las piezas artilleras, aumentando la altura metacéntrica para corregir los ángulos de escora que puedan producirse por la acción del viento y de la mar, colocando el palo mayor en la vertical, aproximadamente, del centro de carena; se arma cuadrado el espejo del alcázar de popa adoptando la forma de violín del casco, modificando el combés reduciendo el arrufo de la cubierta. Las características de la Victoria, más que coincidir con las de una nao se aproximan al tipo de navío precedente del galeón, que algunos llaman carabela de armada.

    La paradoja de esta expedición consiste en que las mercancías que la nao descargó en Sevilla, 528 quintales de clavo, además de ciertas cantidades de canela, nuez y otras especias, produjeron unos beneficios que superaron con creces los gastos que ocasionaron la expedición: 8.334,335 maravedíes, de los que 1.316, 250 corresponden a la adquisición y aparejamiento de los cinco navíos: San Antonio (120 toneles, 330.000 mrs.). Trinidad (110 toneles, 270.000 mrs.). Concepción (90 toneles, 228,750 mrs.). Victoria (85 toneles, 300.000 mrs.) y Santiago (75 toneles, 187,500 mrs).
    La nao Victoria fue reparada y realizó varios viajes a las Indias hasta desaparecer en las aguas del Océano.

   López de Gómara en su Historia General de la Indias, escribe: La nave Argos de Jasón, que pusieron las estrellas, navegó muy poquito en comparación de la nao Victoria, la cual se debiera guardar en las Atarazanas de Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario