EL PASTELERO DE
MADRIGAL
Alberto Casas.
Al norte
de Ávila está situada la villa de
Madrigal de Altas Torres, famosa, no sólo por su célebre convento de las madres
agustinas de Nuestra Señora de la
Victoria , sino porque en ella se fraguó la trágica patraña
protagonizada por el farsante Gabriel de Espinosa que montó, o se brindó a
interpretar la zafia pantomima con la cooperación del monje agustino portugués
fray Miguel dos Santos, vicario del convento desde hacía once años, y en el que
se hallaba enclaustrada, desde los seis años de edad, la desgraciada doña Ana
de Austria, hija natural del héroe de Lepanto, que se negaba a profesar los
votos de la Orden
pues imperaba en su espíritu y en su razón la rebeldía ante la injusta y
forzada reclusión conventual ordenada por su tío el rey Felipe II, sin que el
tiempo ni el austero recogimiento lograran aplacar sus incontenibles ansias de
libertad y de disfrutar de la vida mundana que a una mujer de su temple y rango
correspondía.
El fraile se hallaba desterrado por su adhesión al pretendiente don
Antonio, prior de Crato, hijo de una
judía llamada la Pelicana y del infante
don Luís, duque de Beja, hermano del rey Juan III de Portugal. El azar o el fruto
de un plan preconcebido entre 1593 y 1594, aparece por Madrigal un tal Gabriel
de Espinosa, de oficio pastelero, acompañado de su ama, la gallega Inés Cid y de una niña pequeña que dice llamarse
Isabel Clara Eugenia, como la hija mayor y favorita de Felipe II.
Inmediatamente entabla una gran amistad, si es que no provenía de antes, con
fray Miguel de Espinosa, quien, a la vez, le presenta a la reclusa conventual doña
Ana de Austria, convenciéndola de que se trata del desaparecido don Sebastián
I, el verdadero rey de Portugal,
derrotado por los moros en la batalla de Alcazarquivir, en 1578, donde murieron
cerca de 30.000 portugueses aunque el
cadáver del rey nunca se encontró, lo cual dio lugar a que se produjera un
movimiento milenarista llamado sebastianismo,
basado en el convencimiento de que el rey estaba vivo y muy pronto aparecería
ante su pueblo. Los orígenes de esta doctrina pseudo profética, se remontan a
la difusión de la obra Paráfrase e
Concordança de Algunas Profecías de Bandarra, escrita entre 1536 y 1540 por
el zapatero de la villa de Trancoso (Portugal) Gonzalo Anes Bandarra, en la que,
en una serie de trovas, profetiza la venida a Portugal de un soberano mesiánico
llamado O Encoberto, que instaurará
la paz universal y el triunfo de la Cristiandad. Bandarra
fue quemado por la
Inquisición en el Auto de Fe celebrado en Lisboa en 1542,
aunque se duda de que tuviera sangre judía, y muchos historiadores sostienen
que fue indultado y desterrado a su pueblo de Trancoso, donde murió.
La desaparición de don Sebastián y la muerte sin descendencia de su
único y legítimo heredero, el anciano cardenal-infante don Enrique en 1580, justifican
los derechos de Felipe II, hijo de Dª Isabel, mujer de Carlos I, que a su vez
era hija de don Manuel de Portugal, títulos que el monarca español resenta para
la unificación de la península ibérica con la anexión de Portugal: “yo lo
heredé, yo lo compré y yo lo conquisté”, alega el Rey Prudente, que en principio fue reconocido por los portugueses
en las Cortes de Thomar en 1581, tras la muerte del Infante don Enrique. Sin
embargo, parte de los portugueses reaccionan convirtiendo al Encoberto en el añorado don Sebastián, abonando
la creencia de que muy pronto se presentará expulsando al usurpador español.
El fraile Miguel dos Santos, que había conocido al rey en Lisboa, afirmaba
que el pastelero era sin duda alguna don Sebastián, y una gran semejanza debía
tener según lo describen los cronistas de la época:
en el talle, figura del cuerpo, facciones del rostro,
ojos azules, cabello rubio donde no era cano, las cejas del mismo color, la
boca y lo demás del aire y compostura, y en el modo de hablar arrojadizo y
determinado, en los meneos y modo de andar, de lado. Y aunque era algo más
enjuto de rostro que el rey don Sebastián, según su edad, se persuadió de los
trabajos que había padecido
Poco trabajo les costó embaucar a la incauta doña Ana que ya se veía
ciñendo la corona de Portugal y casada con el que creía su primo, para lo cual requirió
la oportuna licencia del Papa, así como una carta para el pretendiente don
Antonio refugiado en París, y otra para el rey de Francia solicitándole ayuda,
incluso militar si fuera preciso. El pastelero emprendió viaje con unas joyas
que la monja le dio para cubrir sus gastos, pero el fingido rey, una vez
llegado a Valladolid, hizo ostentación de las alhajas que llevaba en un burdel
donde fanfarroneó de su real condición. La ramera que le acompañaba,
sospechando que podían ser robadas, lo denunció a la justicia que
inmediatamente procedió a su arresto. Su declaración interesó al Alcalde de Crimen
de la Chancillería
don Rodrigo Santillán, que intuyó se
trataba de un caso grave e importante y que su intervención podía beneficiarle provechosamente
en su carrera, así que retuvo al impostor del que obtuvo la confesión plena de
la conspiración urdida, procediendo inmediatamente a su encierro en la cárcel
de Medina del Campo, mientras el fraile fue conducido a Madrid. Ambos fueron
acusados de alta traición y el pastelero, además, de embustero y que siendo hombre baxo se hizo persona real. Gabriel de
Espinosa fue ahorcado el 1 de Agosto de 1595, su cuerpo arrastrado y
descuartizado y su cabeza expuesta en el potro de Madrigal, mientras que el
fraile, una vez degradado, fue ahorcado en Madrid el 19 de Octubre, y su cabeza
clavada al lado de la de su cómplice. Doña Ana fue condenada a encierro
perpetuo en un convento de Ävila y la pérdida de todos sus títulos, y la
infeliz Inés Cid a sufrir una tanda de azotes y la expulsión del pueblo.
Felipe II, desde el Escorial, siguió con gran atención las incidencias
del proceso, falleciendo en 1598 sin otorgar a su sobrina el perdón que
reiterada y vehemente le suplicaba. Más compasión tuvo Felipe III de su
arrepentida prima, permitiéndole volver al convento de Madrigal en el que llegó
a ser Priora, y más tarde Abadesa del monasterio de las Huelgas en Burgos.
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