Alberto Casas.
Miguel de Cervantes, y nada más; así es bautizado el 9 de Octubre de 1547 en la Parroquia de Santa María la Mayor , de Alcalá de Henares: fue bautizado Miguel, hijo de Rodrigo Cervantes y su mujer Leonor, reza en la partida de bautismo; y así, con este nombre y apellido navega, lucha, padece cautiverio durante cinco años en Argel y, una vez liberado, se desenvuelve por España hasta que, con casi cuarenta años de edad, inopinadamente, y a partir probablemente de 1584, empieza a llamarse y firmar con un segundo apellido: Saavedra; ya es Miguel de Cervantes Saavedra: ¿Por qué Saavedra?
Este es un misterio de los muchos sin resolver que rodean la vida del autor del Quijote, puesto que no existen indicios ni antecedentes de parentesco, próximo o lejano, tanto por la rama paterna como por la materna, ni algún tipo de acontecimiento y vivencia personal que reivindiquen tan sorprendente decisión, careciendo de base el argumento, entre otros muchos, que lo vinculan con el linaje de don Fernando Arias de Saavedra, conde de Castellar, que también intervino en la batalla de Lepanto.
Curiosamente, en Alcázar de San Juan, en 1558, se expidió partida de bautismo de un personaje inscrito como Miguel de Cervantes Saavedra que, no sólo nada tiene que ver con el Principie de los Ingenios, sino que existen sospechas fundadas de que dicha fe de bautismo no sea auténtica, o, en todo caso, de alguien casualmente con idéntico patronímico.
Durante su estancia en Córdoba, al amparo de su abuelo el Licenciado Juan de Cervantes, en el colegio tuvo como compañero a un tal Gonzalo de Cervantes Saavedra, con el que tal vez, pero no es seguro, le uniera algún lazo familiar de tercer o cuarto grado, aunque la vida de ambos, en momentos trascendentales, discurrieron por sendas paralelas. El tal Saavedra salió de Córdoba huyendo de la Justicia a causa de un delito de sangre, terminando su fuga en Italia donde se embarcó en las galeras de la Santa Liga participando en la gloriosa jornada de la Batalla Naval contra el turco y mereciendo la atención y los elogios de Jorge de Sotomayor, Gil Polo y Juan Rufo entre otros.
Pero, ¿esta amistad y dudoso parentesco con el condiscípulo cordobés, del que no hay constancia, acredita el hecho capital de adoptar como segundo apellido el de Saavedra, y firmar con él obras como El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha , o Las novelas ejemplares?.
Un poco antes de casarse en Esquivias con doña Catalina de Salazar Palacios y Vozmediano, en 1584, tuvo una hija bautizada con el nombre de Isabel, fruto de sus relaciones adúlteras con Ana Franca de Rojas, mujer de Alonso Rodriguez. Pocos años más tarde, se hace cargo de su hija al morir la madre, dándole también el apellido Saavedra, de modo que la niña se llamará y conocerá desde ese momento como Isabel de Saavedra, viviendo bajo la custodia de Magdalena, hermana de Cervantes, el cual, con la complicidad de su hermana, ocultó a su mujer la verdadera paternidad de la niña, hasta que ésta cumplió veinte años.
Y la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué precisamente ese apellido que por lo menos desde 1584 utiliza en su vida pública y creativa?. En el Prólogo al Lector de las Novelas ejemplares (1613), dice de si mismo: Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra, y con este segundo apellido firma las dedicatorias al marqués de Gibraleón (1605) y a don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, en 1613.
A lo largo de su obra literaria, en diversas ocasiones, se descubre a un Cervantes que se autovanagloria de ser el protagonista de episodios de indudable importancia. En el Quijote, narrando las crueldades del rey de Argel, Azán Agá, homicida de todo el género humano, escribe: Sólo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar la libertad (I-40).
Muchas familias sevillanas y extremeñas llevaban (y aún llevan) el apellido Saavedra, y varios de ellos tuvieron una destacada participación en la conquista y colonización de las Indias, como el sevillano Lope de Saavedra, que arribó a la Nueva España con su nao, la San Antonio.
Esperemos que algún día, en el oscuro rincón de un archivo, aparezcan unos polvorientos documentos que nos destapen el secreto que, aún hoy, está por desvelar, ¿Por qué Saavedra?
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