lunes, 8 de febrero de 2016

EL JAVANÉS

Alberto Casas


Método sencillo y rápido para su aprendizaje,
 y reglas prácticas para su correcta y eficaz aplicación.

            Ahora que tanto se habla, se oye y se ve, y prácticamente ni se diserta y escribe de otra cosa en la que no esté el sexo por medio, ya sea en novelas, en el cine, o en todas partes, somos muchos los que ante esta avalancha de conocimientos nos preguntamos cómo, los que al parecer carecían de ellos, traían los niños al mundo, verbi gratia, nuestros bisabuelos/as, nuestros tatarabuelos/as y los abuelos/as de nuestros tatarabuelos/as. Pero, rebuscando por aquí, por allá y acullá, hemos encontrado la solución de tan profundo misterio, al enterarnos de que muchos años ha, y muchos siglos ha, unos pobres, casi desnudos, inocentes e ignorantes indígenas de las islas del Pacifico, sin necesidad de tanta facundia y sin televisión, nos daban tres vueltas, y algunas más, en esta caliente asignatura que más de uno creíamos que se había descubierto apenas hace unos pocos años; y resulta que no, que esa buena gente, inocentona ella, en la tan cacareada cultura sexual, habían hecho todos un Master virtual, una Tésis virtual  y el Doctorado, virtual también, y estamos hablando de hace, por lo menos, 500 años.
   Si como muestra basta un botón, pongamos atención a lo que nos cuenta el caballero Pigafetta, cronista de la expedición de Magallanes, que culminó Elcano dando la primera vuelta al mundo:

Igualmente nos informaron de que los mozos de Java, cuando se enamoran de alguna bella joven, átanse con hilo ciertas campanillas entre miembro y prepucio; acuden bajo las ventanas de su enamorada, y haciendo acción de orinar y agitando el miembro, tintinean las tales campanillas hasta que las requeridas las oyen. Inmediatamente acuden al reclamo, y hacen su voluntad; siempre con las campanillas, porque a sus mujeres les causan gran placer escucharlas cómo les resuenan dentro de sí. Las campanillas van siempre cubiertas del todo, y cuanto más se las cubre, más suenan.

Lo que más nos sorprende es que en aquellos tiempos y en aquellas islas no existían corazones, ni sálvames, ni rifas, ni ensaladas, ni concursos, ni famosos, ni viagra, sólo campanillas: Así que, mire usted por dónde, tanto hablar de la libido, del punto G, del poliorgasmo, del misionero, del francés, del griego, y de no sé cuantos idiomas más, ahora resulta, colega, que no teníamos ni idea del bueno, del mejor, del super, del guay: del Javanés.
En realidad, si nos paramos a pensarlo, lo único que hasta ahora se ha conseguido, de hace nada a esta parte, es que las cigüeñas estén en el paro y se vean forzadas a ponerse en cola de las oficinas del INEM. Por eso no se van: para no perder el sitio.








No hay comentarios:

Publicar un comentario