lunes, 2 de febrero de 2015

LA CHUSMA


 A. Casas.

           
CHUSMA: La gente de servicio de la galera. Es nombre italiano, corrompido de la palabra ciurma, que vale chusma, quasi turma. Algunas veces significa la gente ordinaria y común de la casa, que no tiene nombre de oficio ni assiento en ella». Por su parte, O’Scanlan  (Diccionario Marítimo Español. 1831), la define de forma escueta, pero clara, como: En general ó según todos los escritos que tratan de esta voz, se entiende por el conjunto de los forzados ó galeotes de una galera.
           Covarrubias (Tesoro de la lengua castellana o española. 1611).
  
 El Diccionario de la R.A.E. entre sus diversas acepciones la define como

Conjunto de los galeotes que servían en las galeras reales.
Del griego κέλευσμά (kéleusma): Canto acompasado del remero jefe para dirigir el movimiento de los remeros.

   La navegación a remo era esencial en las galeras, o gurapas, bien por estar el viento en calma, o jolito, necesitando la fuerza humana para moverlas, bien por aumentar la velocidad complementando la que proporcionan las velas, ya para huir del enemigo, o, por el contrario, para alcanzarlo o cazarlo: apretó la chusma los remos, impeliendo las galeras con tanta furia que parecía que volaban. (Don Quijote. II-63).
   Tenían, pues, las galeras, su propia jerga que las distinguían de otros tipos de embarcaciones, y así conocemos la palamenta, que era el conjunto de remos de que iban armadas y generalmente se traían de Nápoles y Sicilia por ser más baratos. Los remos o galochas solían ser de unos 12 m. de largo y construidos de madera de haya, y manejados, cada uno, por 4 o 5 hombres, los remeros, remadores, bogadores, o boyas, que de todas estas formas eran nombrados y conocidos entre los moros como bagarinos.

  Los buenas boyas eran los remeros voluntarios y asalariados equiparándose a la gente de cabo (oficiales, marineros, lombarderos y artilleros); entre las buenas boyas destacaba el espalder o bogavante, llamado así porque era el que iba más a popa y daba la espalda a todos los demás, marcando el ritmo de la palada; este puesto lo ocupaban los más diestros y gozaban de ciertos privilegios, principalmente ser libres. En 1530  Carlos I sugirió a Andrea Doria que los cristianos cautivos de los berberiscos fueran liberados, pero que sean pagados por el tiempo que sirvieren, que de otra manera sería cosa injusta e inhumana.
   Otra clase de la que se componía la chusma eran los forzados del rey, individuos que por sus delitos se condenaban a remar en las galeras, encadenados a un banco, por lo que también recibían el nombre de bancos y galeotes, aunque eran elegidos más teniendo en cuenta su salud y robustez que la gravedad del delito cometido.

Vidriera, esta noche se murió en la cárcel un banco que estaba condenado a la horca. (Cervantes. “El Licenciado Vidriera”).

Esta es la cadena de galeotes, gente forzada del rey que va a las galeras (Don Quijote. I-22).

     En algunas crónicas también los titulan talamites. La pena mínima que se imponía a un forzado era de dos años al remo, uno de entrenamiento, y la máxima, o muerte civil, de diez años amarrado al banco. Por último estaban los esclavos, el principal motor humano del que se valían los turcos y berberiscos para impulsar sus naves; cerca de veinte mil esclavos cristianos se liberaron en la batalla de Lepanto. Su uniforme generalmente consistía en lo  irónicamente se llamaba la ropa del rey, dos pares de calzones de lienzo, almilla y bonete rojos, además de llevar rapadas la cabeza y la barba.
   La clave para que la chusma se pusiera inmediatamente en posición y disposición de encajar el remo en el escalamo (tolete) para bogar con todas sus energías, estaba en el grito !fueraropa! lanzado por el cómitre, y que el citado Covarrubias define como:

Término de la galera quando se ha de remar con higado, razón por la que los remeros, para estar más libres en la faena, se desembarazaran de todo lo que podia estorbarles, como camisas e incluso pantalones, quedándose en taparrabos para cubrir su desnudez; pasóse el cómitre en crujía y dio señal con el pito que la chusma hiciese fuera ropa, que se hizo en un instante. Sancho que vio tanta gente en cueros, quedó pasmado (Don Quijote. II-63).

   Si era necesario, y frecuentemente lo era, el esfuerzo de los remeros era estimulado a base de latigazos, pero este brutal castigo que a más de uno le costaba la vida, hubo de ser suavizado ante la falta cada vez mayor de buenas boyas y forzados, sobre todo a partir de mediados del siglo XVI, ordenándose que los azotes no les golpeasen la cabeza, las manos y las piernas, de donde viene la expresión mosqueo, pues parecía que se trataba de espantarles las moscas del cuerpo: hizo señal el cómitre que zarpasen el ferro, y saltando en mitad de la crujía con el corbacho o rebenque, comenzó a mosquear las espaldas de la chusma (Don Quijote. II-63).
   El mosqueo era un simulacro de azote ya que en realidad el cómitre lo que hacía era restallar el látigo sobre las espaldas de los forzados casi sin rozarlas. Esta suavización del castigo estaba motivada por la falta cada vez mayor de buenas boyas, de modo que la chusma se componía casi exclusivamente de forzados y esclavos, así como de desgraciados rapiñados en las levas. Por lo tanto, no se trataba de una medida humanitaria sino práctica, pues la necesidad obligaba a que se les mantuviese en la mejor forma posible, e incluso se apoyó la solicitud de la Cofradía de la Piedad y Caridad de las Galeras de fundar un Hospital Real en la iglesia de San Juan de Letrán en el Puerto de Santa María, auspiciado por D. Luis de Requeséns y D. Juan de Austria para atender a la curación de los enfermos, entierros y misas de la chusma procedente de las galeras de guerra. Asimismo, por Real Cédula de 28 de Abril de 1598, se establece que los navíos de SM deben proveer la plaza de cirujano de galera con sueldo crecido, siendo de advertir que una vez nombrado para un viaje no se puede revocar el nombramiento.

  En 1539, Carlos I trató de pactar con el pirata más famoso de la Historia, Jeiriddin Barbarroja, enviando a Juan Gallego para lograr un acuerdo, proponiendo entre otras condiciones que debía liberar a todos los cautivos y galeotes españoles y genoveses. Desgraciadamente, Barbarroja prefirió aliarse con Francisco I, procediendo a saquear los puertos de Cadaqués, Colimbre, Rosas, Villajoyosa, Ibiza, Mallorca y Guardamar.
   De todas formas, don Quijote no aceptaba esta inhumana situación, porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y la naturaleza hizo libres. (I-22), y como decía el doctor Alcalá, la vida del galeote es vida propia del Infierno: no hay diferencia de una a otra, sino que la una es temporal y la otra eterna. Que se lo digan al almirante Brochero que estuvo aherrojado cinco años en una nave de Uluch Alí.
   Lo dijo fr. Antonio de Guevara (Arte de navegar):  La vida en la galera, dele Dios a quien la quiera.
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