Alberto
Casas
Al Duque de Béjar, Marqués de Gibraleón, Conde de Benalcázar y Bañares,
Vizconde de la Puebla
de Alcocer, Señor de la Villas
de Capilla, Curiel y Burguillos.
En fe del buen acogimiento y honra
que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como príncipe tan
inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se
abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado sacar a luz al
Ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia,
a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba
agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel
precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las
obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer
seguramente en el juicio de algunos que, continiéndose en los limites de su
ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos;
que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío
que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.
Miguel de Cervantes
Saavedra.
La gran mayoría de los historiadores
consideran que la dedicatoria de la Primera Parte del Quijote a don Alonso Diego de Zúñiga y Sotomayor, sexto duque de
Béjar y séptimo marqués de Gibraleón, es, además de superficial, personalista, pensar que dicen puntualmente la verdad los
tales elogios es disparate (prólogo de la Novelas ejemplares). El entreverado panegírico
al prócer, descubierto y denunciado por don Juan Eugenio Hartzenbusch
(1806-1880), adolece de falta de originalidad y mesura, independientemente de
que se trata de la primera y única vez que el alcalaíno menciona al noble, pues
ya no vuelve a nombrarlo en ninguna de sus obras y, naturalmente, tampoco en la
segunda parte del Quijote, sin que,
además, lejos de esmerarse, como la
ocasión lo requería, se limitara a copiar párrafos enteros de la dedicatoria a
don Antonio de Guzmán, 5º marqués de Ayamonte que veinticinco años antes
Fernando de Herrera escribió en las Obras
de Garcilaso de la Vega
con anotaciones, y añadiéndole alguna que otra frase suelta del proemio de
Francisco de Medina a dicha obra.
La dedicatoria cervantina carece de erudición
y de la usual retórica que disimule un exceso de loa y casi de humillación al
solicitar la protección del aristocrático mecenas, supuestas virtudes de las
que Cervantes reniega, como expresamente lo manifiesta en el capitulo IV del Viaje del Parnaso
Tuve, tengo y tendré
los pensamientos,
merced al cielo que a
tal bien me inclina,
de toda adulación
libres y esentos.
Nunca pongo los pies
por do camina
la mentira, la fraude
y el engaño,
de la santa virtud
total rüina.
actitud
de la que también deja constancia en el mentado prólogo de las Novelas ejemplares, o en la dirigida al
conde de Lemos en dichas obras: en la
carta que llaman dedicatoria, que ha de ser muy breve y sucinta, muy de
propósito y espacio, ya llevados de la verdad o de la lisonja, se dilatan en
ella en traerle a la memoria, no solo las hazañas de sus padres y abuelos, sino
las de todos sus parientes, amigos y bienhechores.
Se aventura si esta farsa se debe a que el
riquísimo prócer ignoró a Cervantes, como éste reconoce: Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, excusarme de escribir
este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi don Quijote, que
quedase con gana de secundar con éste. Los motivos se desconocen, aunque se
especula si el duque actuó por consejo de su director espiritual, y que, según
algunos, queda retratado en el capítulo 32 la Segunda Parte , donde
el caballero andante y su escudero Sancho tropiezan con el rechazo insultante
del sacerdote: un grave eclesiástico
destos que gobiernan las casas de los principes, destos que queriendo mostrar a
los que ellos gobiernan a ser limitados les hacen ser miserables. En un
momento determinado, el clérigo con mucha
cólera dice al duque:
Vuestra Excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a Nuestro Señor de
lo que hace este buen hombre. Este don Quijote, o don Tonto, o como se llame,
imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que
sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y
vaciedades.
A tan áspera y dura reprensión, respondió don Quijote:
El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo, y el respeto
que siempre tuve y tengo al estado que vuestra merced profesa, tienen y atan
las manos de mi justo enojo; y así por lo que he dicho como por saber que saben
todos que las armas de los togados son las mesmas que las de la mujer, que son
la lengua, entraré con la mía con igual batalla con vuestra merced, de quien se
debía esperar antes buenos consejos que infames vituperios.
¿Convenció el mentado sacerdote al marqués
de Gibraleón de que se rebajaba
aceptando la dedicatoria de una vulgar novela de caballería?
Hay quienes opinan
que fue escrita con urgencia y precipitación a instancias del editor y mercader de libros Francisco de Robles,
y los hay, asimismo, que sospechan que fue compuesta por el propio Robles,
cosa bastante improbable, ante el apremio de la impresión de
la novela.
La realidad es que
Cervantes se olvidó del noble, para siempre jamás, excepto en los satíricos
versos de cabo roto de Urganda la Desconocida , en
los que su desdén, mal o nada disimula al compararlo irónicamente con Alejandro
Magno:
Y pues la espiriencia
ense-
que el que a buen
árbol se arri-
buena sombra le cobi-,
en Béjar tu buena
estre-
un árbol real te ofre-
que da principes por
fru-,
en el cual floreció un
du-
que es nuevo Alejandro
Ma-:
llega a su sombra; que
a osa-
favorece la fortu-.
Sin embargo, es
opinión generalizada que veladamente vuelve a ser recordado en la conversación
que mantiene don Quijote con el licenciado que lo acompaña hasta la Cueva de Montesinos, el cual le manifiesta su
deseo de publicar lo que ha escrito. Al preguntarle el hidalgo qué a quien
piensa dedicarlo, el licenciado le contesta: Señores y Grandes hay en España a quien puedan dirigirse. A lo que
don Quijote le hace la siguiente reflexión:
No muchos; y no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos,
por no obligarse a la satisfacción que parece se debe al trabajo y cortesía de
sus autores.
Se cree que es una
clara alusión al señor de Béjar, a pesar de que Góngora le ensalzó como duque esclarecido, y Lope de Vega de gran valor y entendimiento, pero no
faltan quienes aseguran que el duque era analfabeto y de muy pocas luces, así
que la pregunta sigue esperando
respuesta, ¿por qué le escribió Cervantes esta dedicatoria?
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