Alberto Casas.
Una gran mayoría de historiadores consideran el reinado de Fernando VII el más nefasto de la Historia de España, no sólo por sus resultados políticos y sociales, sino por la catadura personal del monarca, proclamado por el pueblo al principio como el Deseado, y después despreciado y moteado como el Narizotas, el Felón y otras perlas que definían a un soberano que hacía de la hipocresía, el cinismo, la cobardía y la ingratitud la norma que regía sus actos y conducta, ante su familia (enemigo de su padre y de su madre), ante sus supuestos amigos, ante el gobierno, ante el pueblo y la Constitución. La reina Carolina de Nápoles, madre de María Antonia, la primera mujer del entonces Príncipe de Asturias, dice de su yerno: un marido tonto, ocioso, mentiroso, envilecido, solapado y ni siquiera hombre físicamente…
Su repugnante sometimiento a las humillaciones a que le sometía Napoleón, al que efusivamente felicitaba cada vez que el ejército invasor de su patria obtenía un triunfo, comienza su reinado aboliendo la Constitución de 1812, restableciendo la Inquisición y ordenando persecuciones, detenciones y destierros, incluso aplicando la tortura y alguna que otra pena de muerte, aunque prohibidas por la ley, dictadas, firmadas y ejecutadas por voluntad expresa del rey, incapaz de enfrentarse a los gravísimos problemas, nacionales e internacionales, cuyo tratamiento y decisiones dejaba en manos de su camarilla, formada, entre otros, por el trasnochador duque de Alagón, por Antonio Ugarte, por Perico Chamorro, que cambió su nombre por Pedro Collado, aguador de la Fuente del Berrio, espía y putero; un barbero llamado Moscoso, el general Eguía alias el Coletilla, el intrigante canónigo Escoiquiz, Ramirez de Arellano, y Lozano Torres, que ponían y quitaban ministros, generales, diputados, consejeros, etc., palmeros del rey en sus noctámbulos enredos con chulaponas, prostitutas, bailarinas, chisperos y bandoleros (se dice que conoció a Luís Candelas) en tugurios como el Cuclillo o el Traganiños, e incluso negocios con Pepa la Malagueña y con la Tirabuzones.
Un ejemplo triste y vergonzoso de la relajación de los gobernantes, fue el escandaloso episodio de la compra a Rusia de una serie de buques de guerra destinados a renovar la escuálida flota de España, tanto en cantidad, calidad y efectividad, casi nula tras los desastres de San Vicente, Trafalgar y la lucha de las colonias hispanoamericanas por su independencia.
El plenipotenciario ruso Vladimir Pavlovich Tatischev aprovechó su privilegiada posición diplomática para medrar en los negocios a través de la Compañía Gral. y de Comercio de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, trasiegos oscuros donde conoce a un personaje singular y listo, a pesar de su calaña social y absoluta falta de escrúpulos y de principios morales. Se trata de Antonio Ugarte Larrazabal, ex esportillero, ex escribiente, ex bailarín, con el que el ministro zarista forma equipo logrando introducirlo en la sacrosanta camarilla real en la que se gana la confianza del rey y sus consejos admitidos y seguidos. Con su aparente leal cooperación el ruso sirve sus propios intereses y los de su amo el zar Alejandro I, afianzando las relaciones hispano rusas, gestión que Su Católica Majestad agradece otorgándole, en secreto, el Toisón de Oro.
Ugarte convence al rey de la necesidad de contar con una gran flota para dominar la rebelión de los países americanos. Con el real consentimiento y bajo el más estricto secreto, se firma el acuerdo en 1817, sin que ministros (Vázquez de Figueroa lo era de Marina) y autoridades navales tengan conocimiento del pacto. La operación consistió en la compra de cinco navíos de línea y tres fragatas, bajo las siguientes condiciones:
Se entregará dicha escuadra completamente armada y equipada y en estado de poder hacer un viaje de largo curso. Será provista de suficiente número de velas, de áncoras, de cables y otros utensilios necesarios, con inclusión de munición de guerra y demás objetos, precisos par el servicio de la artillería como también de provisiones de boca para cuatro meses.
La escuadra armada, equipada y con provisiones, municiones, etc., se evalúa en 13.600.000 rublos…
… S. M. Católica cede a S. M. Imperial la suma de 400.000 libras esterlinas concedidas por Inglaterra a título de indemnización por la abolición del tráfico de negros…
Los marineros rusos que hubieren conducido dicha escuadra a Cádiz, inmediatamente después serán embarcados en buques de transporte, que estarán preparados en dicho puerto `para restituir a aquellos a su patria. El flete de dichos buques y la manutención de los referidos marineros rusos serán de cuenta del Gobierno español…
Los buques objeto de la compra eran 5 navíos de línea de 74 cañones, y tres fragatas:
Navíos: “Tres Obispos” (Velasco). “Äguila del Norte” (España). “Neptuno” (Fernando VII). “Dresde” (Alejandro I). “Lübeck” (Numancia). Fragatas: “Astrolabio”. “Mercurio”. “Patricio” (Reina María Isabel).
La escuadra partió de Kromstadt el 27 de septiembre de 1817 y arribó a Cádiz 146 días después, una travesía que normalmente se realizaba entre 55 ó 60 días. Sin embargo, los barcos, apenas engolfados en el canal de la Mancha , comienzan a tener dificultades, especialmente en sus aparejos, lo que los obliga a refugiarse en puertos ingleses para las oportunas reparaciones que duraron cerca de dos meses. Otra muestra de las condiciones en que los buques se hicieron a la mar se evidencia en que el trayecto desde el puerto ruso a Londres duró 74 días.
La presencia de la escuadra en la bahía gaditana, el 21 de febrero de 1818, alarmó a la ciudad y a su comandante Hidalgo de Cisneros que dispuso los medios de defensa ante el posible ataque de una flota desconocida, ignorante de que se trataba de navíos comprados por Su Majestad. La misma desagradable sorpresa recibió el Ministro de Marina, Vázquez de Figueroa. Sometidos a inspección en La Carraca, el diagnostico fue contundente y negativo: ni uno de los barcos estaba en condiciones de navegar, salvo si eran reparados a costes altísimos y prohibitivos, alrededor de 5 millones de reales de vellón, por lo que uno a uno fueron desguazados y sus cascos vendidos como chatarra. El Dresde (Alejandro I) se destinó al Perú, pero al cruzar el Ecuador tuvo que volver a Cádiz para ser desguazado en 1823. El Patricio (Reina María Isabel) fue apresado por los rebeldes chilenos en el Puerto de Talcahuano el 28 de octubre de 1818. El propio zar comprendió la situación y trató de compensarla regalando a España la fragatas Ligera, Pronta y Viva. La Viva se hundió en La Habana , la Ligera en Santiago de Cuba en 1822, mientras que la Pronta , tras unos servicios costeros acabó en el desguace en 1820
Los últimos diez años del reinado, de 1823 a 1833, han quedado grabados en la historia como La Década Ominosa , que para mantener su poder absoluto no duda en requerir la ayuda del ejército francés (los 100.000 hijos de San Luís) que al mando del marqués de Angulema invade España. ¿Qué más se puede decir de un país sumido en la más aflictiva situación que repugna a la memoria? Fernando VII muere el 29 de septiembre de 1833.