Alberto Casas
Miles de historias sobre el Descubrimiento
y sus protagonistas nos han inundado, y siguen, aunque seguimos confundidos con
tanta manipulación, invención y falseamiento de documentos, cartas, mapas y
pleitos que tratan de enaltecer e incluso divinizar a unos, o satanizar y
minusvalorar a otros. Historias mil, leyendas mil y mentiras mil, obviando
puntos claves que velan interesadamente la verdad o parte de ella, empezando
por el propio descubridor, Cristóbal Colón, que aún no sabemos si era genovés,
gallego, portugués, mallorquín, de Savona, lombardo, de Cerdeña, judío,
caballero templario, o pirata que acompañó a un almirante francés, también
llamado Coulón o Cazenave; o si era hijo de un rey, o de un príncipe, de un
papa o de un tejedor; pero lo más sorprendente es que ni sus propios hijos
sabían dónde había nacido su padre, como así lo confiesa don Hernando en la Historia del Almirante: más quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos. El
apellido Colón lo había por todas partes, incluso en Puebla de Guzmán (Huelva),
en esa época vivía una familia apellidada Colón.

Es posible que la
abadesa le diese cartas de recomendación para los duques de Medinaceli y de
Medina Sidonia y, finalmente, lo pusiera en contacto con el poderoso Alonso de
Quintanilla (se discute su ascendencia judía) que era la forma más directa de poder
llegar hasta los reyes. Probablemente fue Quintanilla el que convenció a la reina para que no autorizara a
Medinaceli organizar una expedición a las Indias al mando de Colón, permiso que
la soberana denegó porque tal empresa
como aquella no era sino para reyes.
El complicado embrollo
que rodea la gestación del Descubrimiento se ha convertido en un vivero de
hipótesis y elucubraciones, de verdades y media verdades, de falsificaciones y
fantasías, así qué ¿es verosímil una trama para que Castilla se desentendiese
del proyecto colombino y entonces recuperarlo los aragoneses, secretamente
capitaneados por el mismísimo rey don Fernando y sus banqueros?; indicios
abundan para sospechar de tal intención.

Decretado el
embargo de dos carabelas de Palos, surgió la dificultad de no encontrar tripulación,
por lo que se pensó en embarcar presos con promesa de indulto si participaban
en el viaje, pero el problema persistió al no haber gente de mar suficiente entre los reclusos y solamente tres
pudieron ser enrolados: el palermo (natural de Palos de la Frontera ) Bartolomé de
Torres que había asesinado al pregonero de la villa Juan Martín, y a Juan de
Moguer y Alonso de Clavijo que le habían ayudado a escapar de la cárcel. Finalmente,
solucionaría la cuestión Martín Alonso Pinzón, aunque algunos, más tarde
navegantes famosos, se excusaron, como Juan Bermúdez (el descubridor de las
“Bermudas”), Pedro Ortiz (su mujer no le dejó ir), Gonzalo Alonso (dijo que
estaba enfermo), Juan Rodríguez de Mafra (no se fiaba de Colón y además esta
recién casado con Catalina Rodriguez), y otros.
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