Alberto Casas.
No fueron fáciles, sino
todo lo contrario, los comienzos del reinado de Isabel y Fernando a los que en
1494 el papa Alejandro VI concedió el título de Católicos. Problemas políticos,
sociales, económicos y de toda índole les acuciaban pero también les
vigorizaba, atemperaba y adoctrinaba.
Una de las cuestiones que demandaba una solución urgente era terminar
con la sangrienta pugna que mantenían los poderosos señores de Andalucía, don
Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y don Rodrigo Ponce de León,
marqués de Cádiz, enfrentamiento que se habían convertido en una auténtica
guerra civil que estaba causando grandes estragos en la región, situación que requirió
la intervención personal de los reyes que se trasladaron a Sevilla en 1477
donde permanecieron un año, en cuyo transcurso la reina dio a luz al príncipe
don Juan, el primero y único varón que falleció, de amor canta el romancero, el
4 de octubre de 1497.
Conflictos de intereses agravados por el inmenso poder que ejercían los
conversos, no sólo en Sevilla, sino en todos los territorios que estaban bajo
la jurisdicción de los Medina Sidonia principalmente. Los soberanos, instigados
por las turbulentas predicaciones del dominico fray Alonso de Hojeda, en las que
prevenía vehementemente contra los que, además de practicar la herética pravedad, ejercían el omnímodo control
de oficios, cargos públicos y aun religiosos de la ciudad: mayordomos,
corregidores, ediles, jurados, arrendadores de las cuentas reales, letrados,
etc. Se trataba de una comunidad que por otra parte se oponía a la férrea
autoridad que los Reyes Católicos deseaban y lograron imponer a nobles y
vasallos de todo el reino, lo cual y a corto plazo supondría la pérdida de los privilegios que gozaban.
Pero el sólido bloque converso se tambalea amenazando su derrumbe total
cuando los reyes deciden establecer en Sevilla la Inquisición , cuya
creación había sido aprobada el 1 de noviembre de 1478 por el Papa Sixto IV en la Bula Exigit
sincerae devotionis affectus. Los primeros inquisidores, los dominicos
Miguel de Morillo y Juan de San Martín, se instalaron en el convento de San
Pablo del que precisamente era prior fray Alonso de Hojeda, e inmediatamente
mostraron su intolerancia pretextando defender la pureza de la fe y atacar el criptojudaismo,
aplicando con todo rigor, severidad y
abuso de poder cometiendo toda clase de excesos llenando las cárceles de
inocentes cuyo pecado consistía en ser conversos, o simplemente sospechosos de
serlo.
Ante el cerco brutal a que se ven sometidos, los miembros más
influyentes de la sociedad de marranos
se reúnen secretamente en la casa del banquero Diego Susón, en la collación de
San Salvador, donde traman un arriesgado plan de resistencia armada pasando por
el asesinato de los inquisidores Miguel y Juan.
Y es en este
punto donde, al lado de la trágica realidad, brilla un patético halo de infortunadas
leyendas románticas. Uno de los conjurados, Diego Susón, tenía una hija, Susana
ben Susón la Susona , aclamada como la mas fermosa fembra de Sevilla, que andaba en amoríos con un caballero
cristiano de distinguida familia sevillana. Una noche, la fermosa, sin ser vista, se enteró del complot que urdían los
conjurados y temiendo que su amante pudiera ser una de las victimas de tan
macabro plan, lo puso en su conocimiento; éste, sin dudarlo, puso la
información recibida en conocimiento del Asistente de la ciudad Diego de Merlo,
que de inmediato reunió las fuerzas necesarias que rodearon la casa deteniendo
a los conspiradores conduciéndolos a prisión.
De acuerdo con el manuscrito 1419
que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, los conjurados
apresados fueron:
DIEGO DE SUSÓN.- Propietario de
tierras al que se le suponía una fortuna de más de 10 cuentos. Fue uno de los 24 que llevó el palio en el
bautizo del príncipe don Juan. Algunas crónicas apuntan que antes de ser
entregado al brazo secular se convirtió al cristianismo.
PEDRO FERNÁNDEZ BENADEVA.- Mayordomo
de la Iglesia. Padre
del canónigo Benadeva y sus hermanos. Tenía en su casa un gran arsenal de armas
capaz para 100 hombres.
JUAN FERNÁNDEZ ABULAFIA el Perfumado.- Alcalde de Justicia y
Letrado. Los Abulafia era una extensa familia de conversos ricos con grandes
posesiones de tierras en Andalucía y Castilla, ejerciendo cargos importantes en
la Corte ,
especialmente durante el reinado de Pedro I el Cruel. En Toledo la casa que conocemos como la del Greco, la
construyó y vivió en ella Samuel Leví Abulafia.
JUAN
ALEMÁN.- Pocasangre (poca sangre
cristiana).
PEDRO
FERNÁNDEZ CANSINO.- Veinticuatro de
Sevilla y Jurado de San Salvador.
ALONSO
FERNÁNDEZ DE LORCA.-
GABRIEL
DE ZAMORA.- De la calle Francos. Veinticuatro de Sevilla.
AYLLÓN DE
PEROTE.- El de Las Salinas.- Reconciliado y habilitado en 1494.
MEDINA el
Barbado, hermano de los Baenas. Controlaba
el mercado de la carne en Sevilla.
SEPÚLVEDA Y CORDOBILLA, hermanos, y su sobrino el bachiller
RODILLA (otras crónicas apuntan que era el padre). Arrendador del pescado
salado de las almadrabas de Portugal.
PEDRO
ORTIZ MALLITE.- Cambiador de Santa María.
PERO DE
JAÉN el Manco, y su hijo JUAN DE
ALMONTE.
LOS ADAFES DE TRIANA, que vivían en
el Castillo de San Jorge (Triana), que se convirtió en sede y prisión de la Inquisición.
ALVARO DE
SEPÚLVEDA el Viejo, padre de JUAN
JEREZ DE LOYA.
CRISTÓBAL
PÉREZ MONDADINA (o Mondaduro), de
San Salvador.
En el citado documento aparecen como los primeros quemados de la Inquisición , el
primero de febrero de 1481, siendo
quemados seis de los conjurados y algunas mujeres. Tres días más tarde, fueron
llevados al quemadero de Tablada, Susón, Benadeva, Abufalia y Alemán, pero en
otras crónicas también figuran Lorca, Loya, Manuel Saulí, el mayordomo
Bartolomé de Torralba, el fraile trinitario Salvariego, el anciano Foronda que
dudaba del éxito del levantamiento, que subieron a la pira con un Pocasangre.
Entre el pueblo corría una coplilla que repetía:
Benadeva, dezí el Credo.
¡Ay que me quemo!
La represión y persecución se extendió a todo el reino castellano, y de
ella no escapó un privado de Alonso de
Aguilar acusado de decir, durante la proximidad de parir la reina Isabel, la
frase la reina ha de parir o reventar. Cierto es que muchos escaparon, bien
mediante sobornos, confiscación de sus bienes e incluso perdonados por una bula
del Papa Sixto IV, como la influyente familia de conversos, los Fernández de
Sevilla, protegidos del duque de Medina Sidonia.
La interdicción cogió de sorpresa a Medina Sidonia que no pudo
reaccionar, sobre todo ante la pasividad de los reyes, pero favorece la huida
de los conversos dándoles refugio en las tierras de sus señoríos,
principalmente en Huelva por su proximidad con la raya de Portugal. Los reyes
para atraerlo a él y al marqués de Cádiz empiezan a ofrecerles parte de los
bienes confiscados a los judíos.
Este fue el principio de una serie interminable de detenciones,
torturas, confiscación de bienes, impuestos excesivos (fardas) y muertes, que culminaron con el Edicto de expulsión
promulgado el 31 de marzo de 1492:
Nosotros ordenamos que los judíos y judías de cualquier edad
que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos… y que
no se atrevan a regresar… y si acaso es encontrado en estos dominios o regresa
será culpado a muerte y confiscación de sus bienes…
Incluso Colón se hace eco del Edicto y lo manifiesta en el Diario de
Navegación: Así que, después de haber
echado todos los judíos de vuestros reinos y señoríos…
Desgraciadamente la
Inquisición no fue el río de sangre que lavó los pecados de
una supuesta herejía en un momento concreto, sino que siguió fluyendo durante
cuatro siglos más, dejando tras de sí una vergonzosa estela de injusticia,
crueldad, vesania y arbitrariedad gratuitas.
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