viernes, 28 de junio de 2013

LA PIEL DE TORO

Alberto  Casas.

            La crisis también ha salpicado a las corridas de toros, al menos en Cataluña, en virtud de una serie de razones estructuradas en una parafernalia inflada de dramatismo, afectación y teatralidad, pero distanciada de la mínima mesura que merecen los criterios que, a favor o en contra, puedan existir sobre esta controversia  y su derecho a expresarlos y exponerlos libremente. Pero da la impresión de que prevalecen argumentos inoportunos inspirados en que a este vetusto y tradicional festejo se le titule Fiesta Nacional, concepto que se trata de contrarrestar con sentimientos humanitarios y éticos-morales, pero que, subrepticiamente, sirven intereses nacionalistas al son de consignas, ya políticas, pero sobre todo, servus servorum, partidistas. Esta falta de autenticidad ha hecho que más de uno piense que este debate se plantearía de forma más procedente y sensata si, por ejemplo, Manolete o José Tomás hubiesen nacido en Cataluña, sin olvidar que el Chamaco ha sido ídolo de masas en  Barcelona. A Ava Gardner no parecían disgustarle los toros, y mucho menos los toreros, aunque fueran catalanes y se llamara Mario Cabré.

   Este rechazo no es nuevo; en 1491 estuvo en la mente de Isabel la Católica; el Papa Pío V las prohibió en 1567 bajo pena de excomunión; Felipe II las abolió en 1565; en 1714 Felipe V las prohibió, pero en 1725 las consintió de nuevo, y una breve interrupción se decretó en 1785 reinando Carlos III. Curiosamente, lo que movía a los soberanos no era velar por la integridad del morlaco, sino salvaguardar la vida de los caballeros que trataban de demostrar su valor y habilidad con las bravas e indómitas fieras:

Bien parece un gallardo caballero, a los ojos de su rey, en la mitad de una gran plaza, dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro. (M. de Cervantes. Don Quijote).

 En el evento, muchas veces la sangre fatalmente derramada fue la de los centauros, como ocurrió con el marqués de Pozoblanco y un hijo del duque de Alba, además de los numerosos heridos que pagaron un alto precio por su baladí alarde; en la historia, más de una vez trágica, también tienen su sitio reses bravas con los nombres de Bailaor, Granadillo, Islero, Pocapena y algunos más.

   Y es que, en un principio, el espectáculo estaba reservado exclusivamente a los miembros de la nobleza, e incluso el emperador Carlos I lanceó un toro en Valladolid;  ya Diodoro Siculo (s. I a.C.)  nos dice que entre los iberos se rendía culto al toro, y las crónicas del siglo XI nos hablan de lances entre caballeros cristianos y árabes que dilucidaban sus disputas enfrentándose a un toro bravo; también se cuenta que el Cid Campeador participó en una “fiesta de toros” alanceando uno, evento al que don Ramón Menéndez Pidal desestima rigor histórico  

Sobre un caballo alazano,
cubierto de galas y oro,
demanda licencia urbano
para lancear un toro
un caballero cristiano.

(Nicolás Fdez. de Moratín: Fiesta de toros en Madrid)

   En estas suertes destacaron el conde de Villamediana, el duque de Osuna, el duque de Medina Sidonia, el conde-duque de Olivares, el marqués de Mondejar, el duque de Tendilla, el caballerizo de S.M. Gregorio Gallo que inventó una protección para las piernas, que desde entonces, y en su honor, se llaman gregorianas, etc. Naturalmente, la fiesta ha ido evolucionando en estética y organización, predominando la lidia a pie y a cargo de gente del pueblo sustituyendo a la nobleza
   Quizás, ¿porqué no?, sea válida la proposición de que no hay por qué enfocarla como Fiesta Nacional, sino que sería más apropiado definirla como Fiesta Internacional al estar vigente y arraigada, con la misma pasión y fuerza, allende nuestras fronteras: Portugal, Francia, Ecuador, Perú, Colombia,  Venezuela, Méjico y cada vez más en los Estados Unidos; por otra parte, su internacionalidad se evidencia en la no distinción de razas o de religión en la que pueden intervenir, e intervienen, blancos, negros, amarillos, mulatos, mestizos o del color que sean, pues hay toreros chinos, japoneses, norteamericanos, ingleses, israelíes, etc.
   Tampoco son de recibo los métodos reivindicativos que en ocasiones se emplean, como el de la grotesca tramoya de culos y tetas al aire regados con salsa de tomate, rodeados de una comparsa de corifeos gritando que esto No es Cultura, soflama que muestran en las pancartas que enarbolan, aserción que se puede ponderar con la que en contradicción flagrante  proclamaba García Lorca: La Fiesta más culta  que hay en el mundo. Ni tanto ni tan calvo, aunque se ha de reconocer que hay una surtida nómina de personajes incultos que creen y disfrutan de la polémica fiesta: Gautier, Merimée, J. J. Rousseau, Moratín, Espronceda, Larra, Goya, Blasco Ibáñez, Pablo Picasso, Dalí, Miró, Vargas Llosa, Hemingway (Premio Nobel), Orson Welles, Barceló, García Lorca, Machado, Alberti, Gimferrer…Si realmente no es cultura, en el Liceo de Barcelona no deberá de representarse, nunca más, la opera “Carmen”, ni publicarse, o deberían quemarse los dibujos de la “Tauromaquia” de Goya, o de Picasso.
   Comunidades como la de Madrid, Valencia, Murcia y Navarra ya han clasificado a las corridas de toros como “bien cultural”, y así lo han votado en Francia ejerciendo ese derecho elemental e improfanable que se llama libertad de decidir y de elegir.

   Afortunadamente, existen antitaurinos que de acuerdo con su sensibilidad, su educación o sus emociones, no se basan en prejuicios ni en demagogias para cuestionar, con total legitimidad, las “corridas de toros”, ni necesitan apoyarse en un lenguaje agresivo e intransigente ni en comparaciones desproporcionadas, insultantes y mustias, tachando a los aficionados de inquisidores y maltratadores; los que saben de estas conductas sectarias y fundamentalistas condenan que de los rigores excesivos nacen fuentes de veneno, pero, ¿por qué única y obcecadamente contra las corridas de toros?. Teofilo Gautier (1811-1872) escribió:

Se ha dicho y repetido en todas partes que en España se perdía la afición a los toros y que la civilización concluiría por desterrarla; si la civilización llega a hacer esto, tanto peor para ella, pues una corrida de toros es uno de los espectáculos más bellos que el hombre pueda imaginar.

 Benjamin Disraeli (1804-1881), el primer ministro inglés, escribía, El espectáculo es magnifico. Edmundo d’Amicis (1846-1908) recomendaba a un amigo, Disfruta con los toros, pero Waldo Frank (1889-196), en su Virgin Spain, sentencia, Es un crimen legalizado, opinión sin duda muy respetable, o por lo menos tan respetable como lo son otros juicios que establecen valores distintos.






domingo, 23 de junio de 2013

SOLSTICIO DE VERANO EN ALOSNO (HUELVA)


Alberto Casas.



            Astronómicamente, el solsticio de verano, solsticio vernal, corresponde a la máxima declinación del sol, 23º 28’ aproximadamente, al pasar por el primer punto de Cáncer; ese día comienza el verano y es el más largo del año en el hemisferio norte, mientras que a su paso por el primer punto de Capricornio (solsticio de invierno o solsticio hiemal) en el hemisferio sur, es el día más corto y comienza el invierno. Tradicionalmente, esta efeméride desde los tiempos más primitivos ha tenido una gran trascendencia social, pues el hombre ha sido consciente de que a partir de ese momento se le ofrecía la oportunidad de acceder a una nueva peregrinación existencial, material y espiritual, a través del fuego purificador, atributo simbólico del sol, el padre de la vida.
   La mitología del solsticio de verano nos revela que no se trata simplemente de una liturgia formal de iniciación, sino que el verdadero valor de la consagración heliaca consiste en su universalidad y en su ardiente ritual y ceremonioso que el cristianismo, sabiamente, ha respetado incorporando muchas de las solemnidades solsticiales de su vetusta raigambre pagana y mágica al culto de San Juan Bautista,  personificación de la luz que brilla en el firmamento iluminando la crucial batalla entre el bien y el mal, la fertilidad y la carestía, el nuevo tiempo y el pasado. Los puntos solsticiales, sol sistere (sol quieto), de los trópicos coinciden, precisamente, con las dos festividades religiosas más importantes que se celebran en el mundo entero y que la Iglesia ha recogido convirtiéndolas en el día de San Juan, el 24 de junio, y el 24 de diciembre en Navidad, escenificadas en Alosno, la primera con la Danza de los Cascabeleros y el Parao; y la segunda advocada con la Romería de la Rama o de las Ramas, cuyas raíces se hunden en el amanecer de la humanidad.

   La danza, etimológicamente mover el cuerpo arriba y abajo, desde sus orígenes ha consistido en la ejecución de una serie de movimientos (Concor-danza=concordancia) llamados mudanzas, en armonía con las fuerzas que rigen el orden y el ritmo de la naturaleza que marcan el curso aparente del astro rey, pero, asimismo, simboliza el referente de la personalidad propia y genuina de una colectividad que individualmente la ritualiza distinguiéndola de las demás. Esta seña de identidad permanece inmutable en sus raíces, y todavía, en la actualidad, podemos localizar a un pueblo por las peculiaridades singulares de sus danzas, revelándonos sus fuentes vernáculas: la sardana en Cataluña, la jota en Aragón, la muñeira en Galicia, el zorcico en Euskadi, el zángano en Murcia, el telepetre en Cantabria, la isa en Canarias, la vaqueirada en Asturias, o los cascabeleros y el parao en Alosno.
   Según los expertos, el vibrante acompañamiento de cascabeles es la arcaica divisa de la virilidad, incluso para algunos simboliza los genitales, la fecundidad, razón, en este caso, que justifica ponderadamente el hecho de que sólo intervengan varones mayores de 21 años y menos de 40.
   Don Julio Caro Baroja (1914-1995), en sus trabajos de campo de investigación antropológica recorriendo toda España, al recalar en la provincia de Huelva (1949) acompañado de George Foster, entonces director del Institute of Social Anthropology de la Smithsonian Institution de Washington, que se encontraba realizando unos estudios comparados de la cultura popular española y de la América hispana, quedaron sorprendidos y deslumbrados del tesoro histórico, social y cultural que ante su vista ofrecía el área de la zona  comprendida entre Alosno, Puebla de Guzmán y El Cerro, vértices geográficos del  triángulo mágico andevaleño.

   Su entusiasmo y admiración crecían conforme muchas de las claves alegóricas del del solsticio de verano en las sociedades primitivas las iban descifrando, con la inestimable y desinteresada colaboración de la gente del pueblo, a la que Caro Baroja manifiesta públicamente su agradecimiento y homenaje, entre otras a la alosnera Margarita Bowie, viuda de Lisardo, depósito de todas las tradiciones de la comarca. También Foster apreció este novedoso y eficaz enfoque de investigación plasmándolo en su obra Antropología aplicada:

Un antropólogo descubre que debe trabajar con informantes deseosos de ser sus amigos, con quienes puede establecer contactos. Es trigo para el molino del antropólogo.

  Caro Baroja, años después, al escribir el prólogo de Alosno palabra cantada - el año poético en un pueblo andaluz, escrito por su amigo y colaborador el antropólogo, lingüista y escritor onubense Manuel Garrido Palacios, hijo predilecto de Alosno, recuerda algunas experiencias humanas y etnográficas vividas en sus días inolvidables en El Alosno, como la siguiente:

Pude comprobar, por ejemplo, que canciones que me cantaba de niño mi abuela, aprendidos cuando recién casada, allá hacia 1868, vivió en las minas de Río Tinto, seguían cantándose de la misma manera que ella las cantaba: en el Cerro, en la Puebla de Guzmán y en el pueblo que es objeto de este hermoso libro: Alosno.
           
   En el solsticio de verano alosnero está depositado un rancio acervo de celebraciones tradicionales, festivas, religiosas o marciales, manifestadas en cánticos y danzas, quizás las mismas o parecidas a las que describe Strabón (s. I a. J.C.) en el Libro III, dedicado a Iberia, de su Geographiká: danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión, coreografía que en cierta manera nos evoca la apoteosis de la  folía fina en honor y ofrenda al Santo Patrón, San Juan Bautista, cuya intercesión también impetramos para que se mantenga con la misma pureza, belleza y autenticidad el excepcional patrimonio que heredamos de nuestros antepasados danzadores.

jueves, 20 de junio de 2013

MANUEL GODOY


Alberto Casas.

            Choricero, ignorante, inculto, ladrón, incompetente, traidor y toda clase de perlas del mismo o peor estilo son los atributos que se han aplicado a uno de los personajes más sorprendentes y polémicos de la Historia de España: el hidalgo extremeño Manuel Godoy y Álvarez de Faria Sánchez Ríos Zarzosa, nacido el 12 de mayo de1767 en la calle Santa Lucía de Badajoz y que, en plena juventud, se convirtió en el hombre más poderoso de la nación, política, militar y  nobiliariamente, facetas en las que sólo era superado por el rey, Carlos IV.

   A los veinticuatro años ya era Consejero de Estado y poco después, sustituyendo al conde de Aranda, es elevado al cargo de Primer Secretario de Estado y del Despacho, ocupando sucesivamente los puestos de Secretario de la Reina, presidente del Consejo de Estado y Decano del Consejo de Estado. Con veinticinco años ascendió a Sargento Mayor de la Guardia de Corps con grado de Teniente General, y en los años siguientes va siendo promovido a Capitán General, Generalísimo de los ejércitos de Mar y Tierra y Gran Almirante General de España e Indias con tratamiento de Alteza Serenísima. A los veintitrés años fue investido Caballero de la Orden de Santiago, más tarde Gentilhombre de Cámara de Su Majestad, se le nombra Caballero de la Gran Cruz de Carlos III, se le concede el título de duque de Alcudia y Grande de España de primera clase y, además, el Gran Collar del Toisón de Oro.
   En reconocimiento a su gran labor en el Tratado de Basilea, firmado el veintidós de julio de 1795, en el que se concierta la paz entre Francia y España, el 4 de septiembre del mismo años se le otorga el título de Príncipe de las Paz; se le nomina duque de Sueca, Barón de Mascalbó, Comendador de Valencia del Toboso y El Aceuchal, Super Intendente de Correos y Caminos. Portugal lo enaltece con la Gran Cruz de la Orden de Cristo,  y el 18 de diciembre de 1829 el papa Pío VIII le confiere el título de Príncipe de Bassano. Para remate, con el fin de apartarle de su escandaloso y público amancebamiento con la jovencísima gaditana Pepita Tudó (Josefa Francisca de Paula de Tudó y Caytaalán), de quien se aseguraba que era la maja desnuda de Goya, los reyes le propusieron el matrimonio con la condesa de Chinchón, doña María Teresa de Borbón, hija del Infante don Luís, hermano de Carlos III, y por lo tanto prima hermana del rey. Godoy accedió, celebrándose la boda en El Escorial el 2 de Octubre de 1797; de esta unión nació una hija, Carlota, a la que la madre abandonó por ser hija de un monstruo. A la muerte de su esposa en 1829, Godoy contrae nupcias con su amante, Pepita Tudó, para la que en 1807 había logrado los títulos de condesa de Castillofiel y vizcondesa de Rocafuerte.

   Todos estos honores, dignidades, cargos, privilegios, fasto y opulencia le convirtieron en el hombre más admirado, pero también el más envidiado y odiado; el más adulado y convidado, pero también el más ferozmente criticado, acusándosele de ser el responsable máximo y único de todos los males habidos y por haber causantes de la ruina de España, funesta fama que caló en el pueblo a través de una bien organizada campaña difamatoria dirigida por influyentes personajes, como el padre Muriel, el conde de Toreno y otros a los que había protegido y amparado, entre ellos Jovellanos y Cabarrús.
   En cuanto a su  supuesta y malsinamente difundida incultura e incluso analfabetismo, la realidad es que recibió una esmerada educación que le permitió ser admitido, a los diecisiete años, en el Cuerpo de Guardia de Corps, destinado a la custodia y salvaguardia de la familia real, eligiéndole el destino para que en el trayecto de La Granja a Segovia, fuera el que con arrojo y decisión evitara que su caballo desbocado ocasionara un grave accidente a la carroza que transportaba a la real pareja que mostró su deseo de mostrarle su agradecimiento personalmente. En este encuentro, los reyes fueron ganados, no sólo por la agraciada presencia del joven guardia de corps y su apostura, sino, especialmente, por sus criterios sobre la difícil situación política del país que decidió al rey a mantenerlo a su lado como hombre de confianza, convencido de su inteligencia, ecuanimidad de sus criterios y de su lealtad.

   De sus tan traídas y llevadas relaciones amorosas con la reina, cada vez se duda más de que existieron tras un serio trabajo de investigación histórica, como el análisis riguroso de la abundante correspondencia casi diaria entre ambos, en la que no aparecen indicios, sugerencias o insinuaciones que permitan asegurarlas, entreverlas o sospecharlas, siendo mayoritaria la opinión de que son el fruto de la calumnia urdida por uno de los reyes más nefastos de nuestra historia, Fernando VII,  quien en pasquines y folletos se encargó de pregonar que la meteórica carrera de Godoy se había sazonado bajo el calor de las reales sabanas de su madre, la reina María Luisa (la de los brazos bonitos), con el consentimiento de su padre Carlos IV al que define bobo y cornudo.
   El omnipotente Príncipe de la Paz, del que Napoleón decía que era “el verdadero rey”, después de sufrir prisión (Villaviciosa de Odón  y Bayona), continuas vejaciones y destierros, Marsella, Roma y Pésaro, pudo recalar finalmente en Paris. Tuvo la satisfacción de que el Tribunal Supremo, en 1840, dictaminara que en su conducta no se apreciaba ninguna clase de delito y que en 1849 Isabel II decretara su total rehabilitación y correspondiente devolución de sus títulos y bienes, que nunca le entregaron. La Tudó le abandonó en 1834, trasladándose a Madrid donde falleció, en 1869, a los 92 años de edad.
   Manuel Godoy murió en París, casi en la miseria, el 4 de Octubre de1851. Sic transit gloria mundi.

domingo, 16 de junio de 2013

LA EXTRAÑA HISTORIA DEL BERGANTÍN GOLETA MARY CELESTE


Alberto Casas.

            El sórdido episodio del bergantín - goleta Mary Celeste es uno de los cientos o miles de percances ocurridos desde los tiempos más remotos, gran parte de ellos rodeados de leyendas, misterios, fantasías o simplemente inventadas. En esta funesta parafernalia náutica intervienen mensajes místico y doctrinales, sobrenaturales, supersticiones y la ignorancia que contribuyen a que perseveren ancladas en el mito, entre la ficción y la verdad.

   Pero, desgraciadamente, también abundan crónicas reales de verídicos resultados trágicos: batallas navales, naufragios, embarrancamientos y desaparición de buques en alta mar sin dejar rastro, como es el caso del Castillo de Montjuich, de la naviera Elcano, que desapareció en el Atlántico Norte sin dejar un mensaje de su situación, de alguna emergencia o incidencia marítima, la emisión de un Mayday, ni repuesta, un día tras otro, de las repetidas llamadas tratando de conectar con él. El continuado silencio siembra la alarma e inmediatamente se activan los medios nacionales e internacionales de búsqueda y rastreo; barcos y aviones peinan una amplísima zona del océano sin hallar ninguna señal, indicio o restos: manchas de aceite, chalecos salvavidas, botes, señales luminosas y de humos, náufragos, nada de nada. El Castillo de Montjuich, con sus treinta y siete tripulantes, se perdió un día del mes de diciembre de 1963 (su última comunicación, normal, la hizo el día 14). Una hipótesis atribuye su hundimiento a un corrimiento de la carga de maíz mal estibada.
   En esta dolorosa leyenda y figuración ha entrado el Titanic, 270 m. de eslora y 42.000 tn., hundido el 15 de abril de 1912, sepultando en el fondo del mar más de 1.500 pasajeros, además de algunos tripulantes y el capitán.
   Otro desastre, considerado en su época el peor que ha conocido la Historia, fue el protagonizado por la fragata francesa Medusa, mandada por el soberbio e incompetente Hugues de Chaumareys, que con 250 personas a bordo embarrancó en Senegal el 12 de julio de 1816. Al llevar solamente cuatro botes salvavidas, se construyó una balsa en la que se alojaron 152 personas, quedando a bodo de la nave 17 tripulantes a la espera de auxilio. La balsa quedó a la deriva arrastrada por la corriente, acabándose el agua y los alimentos. El hambre la sed y la desesperación llevaron a sus ocupantes al suicidio, a la muerte por inacción y al canibalismo. Cuando fueron rescatados sólo quedaban 15 supervivientes, y de los que quedaron a bordo 3. La tragedia ha quedado inmortalizada en el cuadro de Theodore Géricault que se expone en el museo del Louvre.
   Un viaje, aún no totalmente descifrado es el realizado por el almirante cartaginés Hannón (s. V a.
C.) que con 60 penthekonteros tartessios armados en Gadeira (Cádiz), puso rumbo al sur costeando África. Pero todo parece indicar que parte de la flota se desvió hasta las islas Canarias, y otra parte se dejó llevar por los vientos alisios desapareciendo en el Gran Mar, aunque una teoría asegura que llegaron hasta las costas del Brasil. 

  
La lista de eventos marítimos es infinita y saturadas de los matices ya apuntados; sin embargo alcanzó gran relevancia, y la sigue teniendo, el misterioso abandono del bergantín - goleta Mary Celeste  en pleno Atlántico a la altura de las islas Azores. Este navío, de madera, 31 m. de eslora, 7,5 m. de manga, 284 tn. de arqueo y 2 palos, fue construido en 1861 en los astilleros Joshua Dewis de Spencer’s Islands en Nueva Escocia (Canadá) y botado con el nombre de Amazón.

   Desde sus primeras singladuras la nave estuvo gafada: accidentes mortales, varadas que requirieron reparaciones, cambio de armadores y de oficialidad hasta que un consorcio se hizo cargo de ella y la bautizaron con el que sería el fatídico y maldito nombre que la sumergió en la leyenda y en el misterio, aún sin resolver: Mary Celeste.
   Con una tripulación de siete hombres y al mando del capitán Benjamin Spooner Briggs, hombre experto, responsable y abstemio, desatracó el 7 de noviembre de 1872 del muelle 44 de East River de Nueva York, con una carga de 1700 barriles de alcohol industrial con destino a Génova para su entrega a la firma H. Mascarenhas & Co. Sorprende que tratándose de tan larguísima travesía, cruzando el Atlántico y en un barco tan pequeño, el capitán decidiera que le acompañaran su esposa Sarah Elizabeth y su hija Sophie Matilda de tan solo 2 años. A partir de entonces no sabemos nada hasta que e 5 de diciembre es avistado por el brickbarca Dei Gratia, que hacía la ruta Nueva York - Gibraltar, al mando del capitán David Reed Morehouse, buen amigo de Briggs Nada más verlo se da cuenta de que algo raro ocurre en el Mary Celeste que da la impresión de que navega a la deriva, sin gobierno y empujado por la corriente y el viento. Morehouse da la orden de aproximarse, y situados a pocos metros empiezan a dar voces sin obtener respuesta ni que nadie aparezca sobre la cubierta. El Dei Gratia lanza un bote al agua con el oficial Oliver Deveau y varios marineros que embarcan en la goleta recorriéndola de proa a popa, examinando camarotes, cocina y bodega sin rastro de la tripulación, pero echando en falta el único bote (una yola) de la embarcación, en el que supuestamente todos habían huido, pero ¿por qué?.
   Tratando de descubrir las posibles causas, inspeccionan exhaustivamente el navío encontrándolo todo en perfecto orden, cajones, armarios, dinero, joyas, libros, ropa, utensilios, etc., y sin señal alguna de violencia. Lo único que faltaban eran el sextante, el cronometro y una brújula, que se suponía el capitán se había llevado en el bote, aunque pequeños detalles indicaban que el abandono se había realizado con excesiva prisa, ¿de qué habían huido tan precipitadamente? Empezaba y sigue el misterio.

   El Dei Gratia, y el Mary Celeste al mando de Deveau, reanudan el viaje a Gibraltar donde arriban el 12 y 13 de diciembre respectivamente, haciéndose cargo del enigmático caso el Fiscal General Freerick Solly Flood, que de inmediato comenzó las investigaciones y pertinentes conclusiones, una detrás de otra, todas ambiguas y disparatadas sobre las causas del sombrío suceso. “Pudo ser, evidentemente, un acto de piratería y asesinato. También pudieron deberse a los efectos de una tempestad. Seguro que se debía a una explosión y posterior incendio. No se podía descartar, casi seguro, que se trataba de una componenda delictiva tramada entre Morehouse y Briggs, pero era muy verosímil creer en las consecuencias de la colisión con otro buque, etc.”
   Pero todas las conjeturas de Solly fueron refutadas fácilmente con fundamentos irrefutables, y así hubo de reconocerlo el fiscal, en cuyo improvisado veredicto final establecía que la

Mary Celeste era una embarcación sana y robusta, en perfecto estado de navegar y bien estabilizada, bien aprovisionada, no había sufrido los embates de un temporal, no mostraba indicios de incendio o explosión…de modo que el desastre  se produjo al emborracharse la tripulación que en su histérica aberración asesinaron al capitán a su mujer y a su hija, decidiendo todos huir abandonando el buque en la yola…

   Este fallo, lleno de incongruencias no convenció a nadie y en su lugar surgieron pléyades  de historias en las que intervinieron videntes, pícaros, novelistas y personajes de la talla de H.G. Wells, Walter Scott y sobre todo J. Habakuk Jelpson, seudónimo de Arhur Conan Doyle, cuyos relatos echaron más leña al fuego y sirvieron de base a la elaboración de teorías fantasiosas y pseudo científicas: “el Mary Celeste era un buque maldito, embrujado; la explicación  está en el Triángulo de las Bermudas, o tal vez fueron abducidos por un Ovni, o quizás se los tragó un monstruo marino que bien pudiera ser un kraken; se habla de pasajeros secretos o de un polizón que bien pudiera ser el mismísimo diablo”, y esto y lo otro, que todo, sea lo que sea, vale.

   Esta es la inquietante congoja y el misterio, aún sin desvelar, del pánico, del repentino terror que invadió a la tripulación del bergantín - goleta Mary Celeste, que continuó su condenado derrotero hasta el 3 de enero de 1885, encallando en los arrecifes de Rochelois, en las cercanías de la isla Gònave, en Haití. Sus esqueléticos restos fueron descubiertos en 2001.





martes, 11 de junio de 2013

NAVIGARE NECESSE, VIVERE NON EST NECESSE

Alberto Casas.


Esta frase, que Plutarco atribuye a Pompeyo, se ha popularizado en los ambientes marinos y marítimos, convirtiéndose en lema y dogma de las vocaciones y actividades marineras, figurando en inscripciones, metopas y otros artilugios decorativos simbolizando la necesidad de enfrentarse a un mar indómito e imprevisible, posponiendo la confianza y amparo que la rutina de hábitos se encuentran en el desarrollo de sus quehaceres normales y conocidos. En Escuelas Náuticas, en Clubs Náuticos, en las camaretas de los buques, de guerra, mercantes, de recreo, y del comercio marítimo en general, como así lo entendía, sacralizaba y proclamaba la omnipresente y todopoderosa Liga Hanseática.

   Cneo Pompeyo (106-48) desde muy joven se distinguió por sus éxitos en campañas militares que le dieron popularidad y acceso a la vida política formando con Craso, el vencedor de Espartaco, y Cayo Julio Cesar el Primer Triunvirato. En el reparto de poderes, Pompeyo llegó a ser prácticamente el dueño de Roma, encontrándose, en el año 56, con un gran desabastecimiento de la capital y regiones vecinas, amenazadas de hambruna

Encargado Pompeyo de la organización y dirección del avituallamiento de Roma, envió legados y amigos a muchos lugares. Él mismo se embarcó hacia Sicilia, Cerdeña y Libia, procediendo a la recogida de cereales. Iba a dar la vela para la vuelta a tiempo que soplaba un recio viento contra el mar; y aunque se oponían los pilotos, se embarcó el primero, y dio la orden de levantar el ancora diciendo: “navegar es necesario, no es necesario vivir”; y habiéndose conducido con esta decisión y celo, llenó, favorecido de su buena suerte, de trigo los mercados, y el mar de embarcaciones, de manera que aùn a los forasteros proveyó aquella copia y abundancia, habiendo venir a ser como un caudal que naciendo de una fuente alcanzaba a todos. (Plutarco: Vidas paralelas.- Pompeyo).

   Esta decisión, nunca mejor dicho que contra viento y marea, revela un ejercicio de libertad y de responsabilidad, asumiendo el riesgo que entraña lograr un fin justo, indispensable e inexcusable, nada menos que la subsistencia del Imperio.
   Para Pessoa, la acción de Pompeyo significa que vivir no es necesario, lo necesario es crear, y para Luis de Camoens en Os Lusiadas (Canto VI), la cuestión vital de la humanidad no se  resume en el hecho de vivir, sino vivir por una causa:

Que es necesario que acaezcan cosas como estas
para que los hombres se conozcan y muestren por lo que son.
Que en ellas, y no en la Corte entre damas,
se muestra el valor y ánimo de cada uno.

   El deber, la curiosidad, la rebeldía, la dignidad, el sacrificio, el valor, la creatividad y la libertad de construir su propio destino, son las potencias, virtudes o torpezas que forman parte del vitalicio legado, para bien o para mal, que nos ha dejado nuestro padre Adán que las usó para tomar una decisión trascendental, la más trascendental de todas las que podía elegir: la vía del albedrío.

Vivir no es necesario, necesario es el conocimiento.






viernes, 7 de junio de 2013

EL MONZÓN DE LA INDIA

Alberto Casas.

            Los vientos monzónicos forman parte de un régimen periódico de intercambio de masas de aire que se mueven en una misma dirección durante seis meses, llamándose monzón de verano cuando sopla del suroeste, cálido y húmedo, del mar hacia tierra, y monzón de invierno cuando rola en dirección contraria, es decir del nordeste, fresco y seco, dirigiéndose desde el Himalaya al Océano Índico durante los otros seis meses, cambio direccional que se produce en los meses siguientes a los equinoccios, abril y octubre. La palabra monzón procede del árabe mansum que significa estación; los malayos lo conocían como musim y los europeos lo transformaron en monsun y monzón. Este sistema estacional de circulación general ya era conocido por los  egipcios desde tiempos muy antiguos y aprovechado por los navegantes árabes y del África occidental en sus relaciones comerciales con la India y los países de la Especiería, tráfico en el que llegaron a convertir en grandes emporios los puertos de Ormuz y Adén, cuyas flotas de aparejo latino – al-،asakir al-bahriya - en los viajes de ida transportaban principalmente metales y caballos, retornando cargados de mercancías, como especias, marfil, arroz y sedas entre otras. Hay constancia de que en el siglo IV a. C. navegaron por aquellas costas Andróstenes, Nearco y Onesicrito, probablemente por orden de Alejandro Magno, datándose sobre el siglo II a. C. la existencia de un manual de navegación, el Periplus Maris Erythraei que al parecer cayó en manos del marino griego Hipalo, durante el reinado de Tiberio, descubriendo el secreto de los monzones que permitió el comercio marítimo entre Roma y la India. Por cierto que Plinio el Viejo creyó que hipalo era el nombre del viento que soplaba en aquella zona.

   No faltaban viajeros que utilizaban estas rutas marítimas, no sólo con fines mercantiles, sino también diplomáticos (la búsqueda del Preste Juan) o de simple curiosidad y conocimiento de lugares lejanos, casi ignotos y muchos de ellos rodeados de un halo de misterio y de leyenda. De estos viajeros, sin duda el más famoso es el comerciante veneciano Marco Polo (s. XIII-XIV) que en su libro Il Millone relata las maravillas que encierran los reinos orientales, principalmente en el imperio chino donde estuvo diecisiete años. Conocidos son también los viajes del geógrafo tangerino Ibn Batuta (s. XIV) que recorrió toda la ekúmene de entonces visitando a la India, China, Ceilán (Sri Lanka), Java, Sumatra, etc.
   Pero el verdadero descubridor de esta ruta y su apertura al comercio y la expansión imperialista europea fue el navegante portugués Vasco de Gama (1469-1524), que al servicio de la corona de su país culminó el largo y elaborado proyecto de exploración y asentamiento a lo largo de la costa occidental africana hasta que, en 1487, Bartolomé Díaz dobló el cabo de Buena Esperanza abriendo las puertas del Océano Indico que por primera vez surcó el marino luso, arrumbando al puerto de  Calicut en la India, al que arribó a finales de mayo de 1498 gracias a la ayuda inestimable del Ahmad Ibn Mahib al que contrató sus servicios, o tal vez secuestró, en Melinde (Kenya); el piloto moro dirigió y enseñó el derrotero a seguir sirviéndose, según la estación, de las ventajas de los vientos del monzón, tanto para la partida como para el tornaviaje. A partir de ese momento, la navegación a aquellos confines dejó de ser un secreto acabando con el monopolio comercial que hasta entonces había sido exclusivo de los árabes del Golfo Pérsico y el Mar Rojo, facilitando, además, la introducción del cristianismo en aquellas regiones, principalmente a través del español San Francisco Javier que tras una durísima y larga travesía desde Lisboa, de la que partió el 7 d abril de 1541 y quedar encalmado durante 40 días en los trópicos, hubo de permanecer seis meses en Mozambique a la espera del monzón del suroeste para poder embarcar con destino a la India, a la vez que reponía fuerzas que habían llegado a su límite extremo.
  

Es evidente, por lo tanto, que el monzón desde hace miles de años ha sido el gran vehiculo de comunicación entre oriente y occidente, manteniendo, a veces herméticamente y con grandes cautelas, los vínculos sociales y comerciales entre ambas culturas; pero en la India, además, estos vientos forman parte esencial de su identidad y de su propia subsistencia, marcada, año tras año, por la mayor o menor intensidad de su proceso meteorológico, especialmente activo durante el monzón de verano, en el que las corrientes húmedas del suroeste recorren el Indico occidental adentrándose en el continente hasta encontrar la muralla montañosa del Himalaya, donde el aire al condensarse origina lluvias torrenciales y en muchas ocasiones devastadoras debido a las riadas, inundaciones y avalanchas de tierra y lodo que inundan las planicies y valles del país, arrasando poblaciones y destruyendo cosechas con las correspondientes secuelas de cientos de miles de muertos y desaparecidos, de miseria, hambruna  y epidemias (cólera).
   Es precisamente una ciudad del nordeste de la India, Cherrapunji, la que registra la mayor pluviosidad del planeta, midiéndose entre 1400 y 1500 mm. anuales.  Siempre ha sido así aunque hoy nos sorprenda debido a que la India ha entrado en el circuito del gran tour, no sólo del habitual turismo de ingleses, norteamericanos, alemanes y franceses entre otros, sino en el que también ha entrado el turismo español que ya  puede ser también afectado por las virulentas consecuencias que acompañan al monzón de verano, como ha ocurrido en el norte de la India y Pakistán, sobre todo en la región de Cachemira, con cientos de turistas aislados, otros desaparecidos o sin localizar y, desgraciadamente, con, que se sepa, una víctima mortal.
   La contemplación del Taj Mahal en Agra con sus maravillosos amaneceres y atardeceres, y los otros grandiosos monumentos, bien valen la pena del viaje, pero la experiencia nos avisa y previene deque el periodo adecuado y seguro para visitarlos es a partir del mes de octubre hasta mayo aproximadamente, pues, generalmente, la estación de las diluvianas y catastróficas lluvias monzónicas comienzan su fase sobre el mes de junio.



lunes, 3 de junio de 2013

EL MOTÍN DE LA NAO SANTA MARÍA

Alberto Casas

            22 de Septiembre de 1492.-

Navegó al oesnoroeste más o menos, acostándose a una y otra parte; andarían treinta leguas; no veían casi yerba; vieron unas pardelas y otra ave; dice aquí el Almirante: mucho me fue necesario este viento contrario, porque mi gente andaban muy estimulados, que pensaban que no ventaban estos mares vientos para volver a España. Por un pedazo de día no hubo yerba, después muy espesa.

   Es la primera mención que hace Colón del escaso ánimo de la tripulación después de una serie de falsos indicios sobre la proximidad de tierra, tras veinticuatro días engolfados en el océano en los que los víveres, y especialmente el agua, iban menguando hasta un punto en el que se pensaba que de no hallar tierra muy pronto no serían suficientes para el viaje de retorno que deberían navegar con el viento de proa, ya que la experiencia les había enseñado que en aquella zona el régimen de vientos era constante, del norte y nordeste,

y como la mar estuviese mansa y llana, murmuraba la gente diciendo: que pues por allí no había mar grande, que nunca ventaría para volver a España.
           
   El día veinticinco leemos que el Almirante

iba hablando con Martín Alonso Pinzón sobre una carta que le había enviado tres días antes, donde según parece tenía pintadas el Almirante ciertas islas por aquella mar, y decía Martín Alonso que estaban en aquella comarca, y decía el Almirante que así le parecía a él.

   Este párrafo es importante, puesto que en él se da cuenta de un cambio normal de impresiones sobre incidencias náuticas en las que se han de destacar que mientras el piloto de Palos afirma que se hallan en la zona de las islas marcadas, Colón tiene dudas, lo que evidencia los conocimientos en el arte de navegar que tenían uno y otro personaje, ya que, efectivamente, se encontraban al norte de la isla de Puerto Rico.  Con esta noticia renace la esperanza, por lo cual se echaron a nadar muchos marineros, aunque la alegría se volvió a enturbiar al dar Martín Alonso la voz de tierra, que no apareció tras navegar unas veinte leguas. Es a partir de estos instantes, cuando Colón anota en el Diario menos leguas de las verdaderamente navegadas, artimaña que desconcierta a los pilotos de las dos carabelas.
   El día 6 de octubre se produce un acaecimiento, tal vez el más trascendental de la navegación: “

Tenía también ordenado que al salir el sol y al ponerse se juntasen todos los navíos con él porque esos dos tiempos son más propios para que los hombres den más lugar a ver más lejos

   Esa noche Martín Alonso aconseja navegar a la cuarta del oeste a la parte de sudoeste, consejo que desestima el Almirante que decide navegar a su camino, al oeste, pero a la noche del día siguiente pone el rumbo que el piloto palermo le había indicado, singladura que ladinamente don Hernando Colón omite en la trascripción del Diario de su padre. Desde los primeros síntomas de desconfianza de la tripulación mostrados el 22 de Septiembre, hasta el 10 de Octubre, en el que navegando con mar llana como el río de Sevilla, así como las falsas visiones de tierra, por la Pinta el 25 de Septiembre y por la Niña el 7 de octubre, la tripulación de la Santa María, el citado día 10, manifiesta su protesta de que la expedición ha fracasado, quejábase del largo viaje y era el momento de virar en redondo previendo males irremediables, pero el Almirante los esforzó lo mejor que pudo dándoles buena esperanza de los provechos que podrían haber. Y añadía, que por lo demás era quejarse, pues que él había venido a las Indias, y que así lo había de proseguir hasta hallarlas con el ayuda de nuestro Señor.
   En ningún instante se habla de motín o de actitud violenta de la marinería, sino de su natural preocupación de no encontrar tierra y de su soledad en alta mar, sin posibilidad de ser socorridos en el caso de un grave contratiempo. Por otra parte, es totalmente falsa la imagen de un Colón

acosado y con inminente peligro de su vida, ya que a bordo contaba con la fidelidad inquebrantable de gran parte de los tripulantes, como el maestre y propietario de la nave, Juan de la Cosa, al maestre Alonso, físico de la expedición, a Diego de Arana, Luís de Torres, Rodrigo de Jerez, Pedro Gutiérrez, Pedro de Terreros, Rodrigo de Escobedo, Rodrigo Sánchez de Segovia, además de la autoridad indiscutible e incontestable de Martín Alonso Pinzón. Al supuesto motín, del que tantas falsedades se han inventado (especialmente su hijo Hernando Colón), también se le llama rebelión de los vizcaínos,
siendo estos una minoría en la nao Santa María, entre los que destacamos a Domingo, tonelero, a Domingo de Lequeitio, a Lope, calafate, a Martín de Urrutia y dos tres más que forman parte de los 39 que quedaron en el fuerte de Navidad y murieron a manos de los indios. 
   En el Diario, extractado por Bartolomé de las Casas, no aparecen vestigios de conspiración o conjura, y el Almirante en su Carta del descubrimiento dice que se ha fecho este viage que fue así de corrida, ni jamás, en España, el Almirante hizo mención o insinuó haber pasado por ese trance, Esta y no otra es la historia del malsín invento del motín.
   Ya se lo dijo el bachiller Sansón a don Quijote:

uno es escribir como poeta y otro como historiador; el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna (II-4).